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martes, 30 de diciembre de 2014

Círculo eterno y de las letras



El corro se va conformando paulatinamente, niños, mujeres, hombres y ancianos abandonan las eternas tareas y deciden vivir un fugaz más a la vez significativo momento, al sonar la sexta campanada del viejo reloj, ni un minuto antes ni uno después, sino justo cuando se da ese fin de una hora y el inicio de otra, el grupo está totalmente conformado.

Al centro se encuentra Gleb, entre sus manos un grueso libro, el cual va pasando letra a letra por sus cansados ojos, los símbolos se trasmiten a su mente y finalmente emergen cual notas de luz a través de su reseca boca, dando entonaciones adecuadas, pausas precisas y una fluidez armónica que hace llegar la historia del día a sus compañeros de habitación.

Las horas de trabajo forzado se olvidan al ser remplazadas por las aventuras que ha de vivir el día de hoy ese tal Señor Swann, los paisajes neutros que cotidianamente ciegan la imaginación no existen más, en su lugar se han instalado la variedad de flores que adornan el camino de un pueblo llamado Combray, las gélidas temperaturas del ambiente desaparecen, en su lugar, la lluvia, el calor y el doscientos veces menos frio invierno de París ha de hacerse presente.

Sesenta minutos se han evaporado con mas rapidez que un copo de nieve desecho ante el sol, es hora de tomar la cena, la sopa ha de ser servida, pasaran de la improvisada sala de estar al tablón de madera que hace las veces de banca y comedor, en esta ocasión será el receptor de los trastos de metal, el suelo será quien reciba los cuerpos que han de tomar asiento para degustar el último alimento del día.

Poco a poco aromas y sabores impregnan la habitación, Gleb es el último en integrarse al grupo, antes ha colocado el grueso libro sobre una pequeña tabla rectangular que simula un buro al lado izquierdo de su cama, al momento de depositarlo resbala una lagrima sobre su mejilla, a la vez que en su memoria se recrean escenas de la cátedra que cada mañana impartía en una prestigiada universidad Polaca; es hora de cenar, la sopa fungirá como plato principal. 

Y así pasan veinticuatro horas más para este grupo que se ha transformado ya en una hermandad, vinculados todos no por genética sino por el exilio que viven sobre la albina estepa de Siberia.

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