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martes, 24 de junio de 2014

Simple crónica sobre el amor

“Ando manejando el Jazz”, se escucho decir a Jesús, en eso estaba cuando frente a sí se cruzó Renata, sus largos cabellos tejían sueños de luz con las agujas invisibles del destino, en el viento se cruzaban dos musas que a la vez que admiraban envidiaban también la fabulosa melena de Renata.

Decidió acercarse, cruzó la calle, con pretexto cualquiera inició superficial conversación, no se atrevió a en el primer encuentro despedirse con beso en la mejilla, así que el apretón de manos transmitió con la fuerza indicada lo que en esa tarde los labios decidieron callar.

El “fortuito” segundo encuentro se produjo días después, macchiato en mano iluminaba la ciudad, su andar rayaba lo sacro, por lo menos para Jesús “sacro” era justo el adjetivo que merecía dama tan sublime, dio vuelta a la izquierda y fue allí cuando sus miradas volvieron a danzar, solo tres minutos bastaron para contar ya con el número de teléfono, además, el encuentro no debía prolongarse más, sino su carácter de azaroso sería poco creíble, sin desear hacerlo, mas sabiendo que debería, Jesús dijo hasta luego, sus labios rozaron por primera vez la piel que su ser adoraría a partir de aquel momento para siempre y tres eternidades más.

Interminables líneas de mensajes fungieron como elementos de unión entre las dos personas: “ten un día fabuloso”  alrededor de las siete con veintiséis de la mañana, “que tal el almuerzo” rayando las once matutinas, “que haces” cerca de las cuatro de la tarde, para iniciar un largo intercambio que finalizaba con un “sueña lindo” al final del día.

No solo mediante el uso de letras en una pantalla del teléfono móvil fue que Jesús y Renata avivaron las orugas que en su ser dormían, las cuales pasaron a ser crisálidas, para finalmente poco a poco eclosionar en mariposas, y una vez hecho esto revolotear en su interior específicamente en su barriga cada vez que compartían encuentros.

Dichos encuentros no se daban con la frecuencia que deseasen, Jesús por la mañana asistía a la Universidad, mientras que por la tarde ayudaba en el negocio de un amigo, con lo cual ingresaba algunas monedas y billetes continuamente por la hendidura del chancho de cerámica que hacía las veces de cómplice en los planes que pasaban por su mente cada vez que ingresaba el capital, por supuesto dichos planes incluían a Renata.

Por su parte Renata pasaba los días completos en casa de su Padre, no porque este se encontrará enfermó, ni por carecer durante gran tiempo de dicha figura en su vida, ni por algún argumento particular de los “tradicionalmente” implicados en relaciones tan fortalecidas que se narran en los últimos tiempos, Renata pasaba el día con su padre simplemente porque adoraba hacerlo.

Entre un detalle y otro las “cosas” siguieron avanzando, Renata no era más ya en su sentir para Jesús solo una amiga, a la vez que Jesús para ella se había convertido en alguien con quien no quería más encontrarse solo por los planes tejidos por la Diosa Fortuna.

El siguiente encuentro se dio sobre el pasto de un jardín público, el chancho fue intervenido quirúrgicamente horas antes, retirando solo la cantidad justa de su interior, con lo cual se cubriría el pago de tres rosas, un girasol y una flor muy linda, que recuerdo solo en mi memoria como bella imagen más su nombre a la mente no me viene.

Los árboles fueron testigos de cómo el corazón de ambas latía a toda prisa, después de darle muchas vueltas se atrevió a pedírselo, Jesús entrega las flores acompañadas de un beso, Renata recibe y a la vez otorga un beso más, mis dos amigas se marchan hacía la parada del autobús tomadas de la mano, se sube cada una a la ruta correspondiente y el recuerdo poco a poco se diluye.

Volvemos a estar, querido lector, en la sala de un hotel de una ciudad cualquiera, en siete minutos habrá que subir al salón, Renata y Jesús se unirán en ceremonia espiritual, por lo cual es momento de guardar el celular que ha fungido de cuaderno de notas, con ellas habrá oportunidad después de armar un relato, que algún día espero poder compartir.

martes, 17 de junio de 2014

Pelota de papel

Canta una canción de cuna eterna, sus manos ejecutan acordes invisibles en un ausente violín, varias son las horas en que repite una y otra vez las mismas piezas, cuando el cansancio es mucho o el espacio en la vejiga poco, la pausa llega.

Un jugoso banquete le espera, la silla de cartón sobre la que deposita sus enormes nalgas semicubiertas con fragmentos de harapos se encuentra lista para darle alojo, el cubierto va sin costo, cortesía de los vecinos.

La cuota de hoy no ha sido cubierta, habrá que fingir dos horas más que se lee la mil veces vista página de la revista de espectáculos, posiblemente en ese lapso un hombre hervido en vapores del néctar proveniente del agave despierte sus niveles libidinales y busque dar rienda suelta al deseo carnal.

El peatón ciento veintitrés de este día ha dicho que no, son pocos los que responden afirmativamente, el cajón de madera, herencia del tío Carlos, ha recibido solo tres suelas el día de hoy, darse un trapazo’ es un lujo, los muchos con tiempo carecen de fondos, los pocos con fondos añoran el tiempo.

Un colegial y su polola se refugian en las penumbras, las cuales inician a esparcirse sobre la mayoría del espacio físico, de miradas pasan a besos, de besos a caricias, después de ello las manos escurridizas recorren partes del cuerpo que son intimas y que sin embargo se tocan continuamente en vía pública, finalmente vuelven a las miradas, no ya entre sí, ahora los ojos se aguzan alrededor, evitando el feroz ataque de los que a la ley representan, y que, ansiosos están de despojarlos de sus cuarenta y siete pesos, aquellos que celosamente han guardado para la ida al cine.

Depuesta sobre el piso se encuentra la novedad en lo que a importaciones se refiere, útil para el niño, la niña, el ama de casa, y, por supuesto para el jefe de esta; un humano barrigón danza en corto espacio con la finalidad de lograr captar la atención de los clientes potenciales, su estrategia persuasiva tiene un cierto grado de éxito, un corro le circula y la función da inicio, mucho mas fluido que los insomnes comerciales de media hora, resulta el spot publicitario orquestado por nuestro fornido amigo; las risas, aplausos y choques de manos son muchas, ello abre la esperanza, parece ser que hoy si regresará a casa con el inventario vacio y los bolsillos llenos, el tiempo desvanece la utopía y se encarga de aterrizarlo en el mundo real, los clientes potenciales fueron más bien paseantes con agenda floja, a los cuales daba igual observar la exhibición del articulo “maravilloso” que la función circense que se suscitaba a la par al doblar la esquina, o prestar oídos a las proclamas de una peculiar mujer con megáfono a cuestas y con mensajes apocalípticos que eran amplificados por este.

Finalmente se observa a un tipo, sentado en una banca y acompañado por dos adultos mayores, tiene un lápiz en la mano derecha, libreta de taquigrafía en la izquierda, estuvo tomando notas y ha decidido marcharse, sabe que lo observado sucede cotidianamente, pese a que pocas veces se pongan los ojos atentos a ello, guarda en la mochila la libreta, en la mente las ideas, los fragmentos de texto lucen desordenados, algunos dibujos fueron colocados al margen de las páginas, las reflexiones son confusas, por todo esto arranca las páginas, hace una pelota con ellas serán tiradas en el cesto de la basura; al final las coloca en la bolsa frontal del abrigo, habrá que conservarlas, aunque no sabe aún para que, dado que siendo honestos …


¿A quién le podrá importar que alguien escriba siete microhistorias que se suscitan en el centro de una ciudad donde se desarrolla continuamente la vida humana?

martes, 10 de junio de 2014

Mañanas con la Abuela

Despertábame sobre la cama de cemento, sobre de ella un par de cobijas dobladas que hacían las veces de colchón, unas cuantas fotografías de ancestros que no tuve la dicha de conocer, tan solo identifico su posición en el árbol familiar y soy capaz de saber su nombre, más no hay en mi persona recuerdo vivo sobre el sonido de una de sus palabras, ni aroma alguno que delate su presencia, tampoco imágenes permanentes, que se evoquen sin mirar fotografía, y sobre todo, lo que se encuentra ausente, es la reacción de mi cuerpo ante sus besos y abrazos, creo yo, es justo en dicho gesto donde se encuentra el núcleo de la unión y el conocimiento de una persona, dejando de ser un recuerdo impuesto por el entorno y la red familiar y pasando a tomar vida eterna, o por lo menos eterna en lo que ha de durar la propia vida.

Después de romper la modorra matutina habría que tomar las sandalias del tío, si se estaba solo no existía conflicto alguno ni lucha implicada, en cambio si el hermano era un huésped más, habría que ganar la carrera que se da entre el mundo de los sueños y el regreso a la que hemos dado por nombrar “realidad” que se suscita en estado de vigilia, el objetivo de ser el primero en arribar al mundo de los despiertos, consistía pues, en que las sandalias que se tomaran prestadas correspondieran no en tamaño o textura a la que mas embonaba al pie descalzo, sino más bien que se tuviera la oportunidad de elegir aquella que ordinariamente era usada por el tío favorito.

Una vez enfundados los pies en la piel plástica que interrumpe su contacto con el suelo, era momento de aguzar la nariz y deleitarse con los aromas que venían del cuarto contiguo, aquel que desde tempranas horas se convertía en fortaleza y centro de mando de la abuela, en las paredes de este espacio, con el asa atravesada por un clavo, se encontraban prendidas a la pared, cual cerezas al cerezo –siendo admiradas aún en estos vagos recuerdos–, contemplar los jarros, pocillos y tazas, era parte de un ritual sagrado, que anticipada que en ellos dulces mieles serían vertidas; el olor de la canela se convertía en el manto invisible que  cubría la casa en totalidad, aislándola del resto del mundo mortal, transformándola a la vez en un rincón aún más exquisito que aquello que los teólogos definen como Edén.

Una vez roto el embelesamiento propiciado por este delicioso despertar, se intentaba uno sentar a la mesa, más era hábilmente detenido por la abuela, requisito innegociable para ocupar un sitio era el que las manos fueran lavadas previamente.

Este es solo un fragmento que el día de hoy comparto, se que posees los propios y la invitación de hoy incluye pliego petitorio para que dichos recuerdos sean rescatados; más allá del lugar, credos, posición socio-económica, género, circunstancias, ideas y personalidades, creo que para todos –sino es que para mucho– los que lleven a cabo esta búsqueda, el resultado final incluirá sobre el rostro una nostálgica sonrisa, el recuerdo de aquellos días en los que se faltaba a casa y el despertar precedía a un día lleno de aventuras, el cual tenía lugar en casa de la abuela.


martes, 3 de junio de 2014

Equipaje cotidiano

Una dama deambula por las calles, toma su bolso y se pone a andar a toda marcha, en uno de los puntos de la ciudad decide tomar asiento, saca de su bolso una bebida, toma un libro de mediano grosor, el cual resulta grato para quien lo elige y consume, alrededor de diecisiete páginas leídas después decide ponerse nuevamente a caminar, consulta su reloj y sabe que es tiempo de hacerlo, guarda su bebida y el libro en la bolsa, justo cuando se pone de pie para iniciar a andar, saluda a una persona que atravesaba la calle en auto, ello provoca una distracción que a la vez suscita que la bolsa sea literalmente vaciada sobre el pasto del andador que minutos antes fungía como rincón de lectura.

Lo sucedido concuerda totalmente con la definición de desastre, mucho más si se agrega el hecho de que el tiempo ha transcurrido, y que nuestra protagonista se encuentra al límite para llegar al lugar y cita acordada con días de anticipación, un grito de frustración y golpes de ira sirven de improvisado ejercicio catártico.

Derramados por el piso se encuentran cientos de elementos, todos ellos en un caos total, a la par que revisa lo que momentos antes había en el bolso, inicia un recorrido por sucesos acontecidos en los últimos días, incluso en algunos casos meses atrás.

Se destaca de manera inicial el boleto que como recuerdo ha sido conservado, trayendo a la memoria aquel agradable momento de convivencia con el grupo de amigas, enseguida toma con la mano izquierda un trozo minúsculo de un casi invisible lápiz para delinear los ojos, ¿cuántas fiestas, cenas, tiempos muertos en clase y trabajo han sido cómplices de dicho lápiz?; después de sonreír decide conservarlo, encuentra también un manojo de tarjetas de presentación, entre ellas las de un dentista, el nuevo restaurante, la florería de la cuadra y la de aquella agencia especialista en armar totalmente experiencias para compartir al ser querido en forma de regalo para la ocasión festiva; entre todas ellas hay una en particular que sobresale, tiene escrita el nombre de aquella que fue compañera del periodo correspondiente a la formación universitaria, el solo dar un vistazo en ella logra crear lo más parecido a una máquina del tiempo en la memoria, sin duda es momento de que dicha tarjeta sea utilizada y la tantas veces intentada y pensada llamada se convierta ahora en realidad, unas cuantas monedas, goma de mascar “para cuando se ofrece”, boletos de transporte público, dos o tres bolígrafos con poca tinta, papeles con cuentas de artículos comprados en cualquier centro comercial, algunos de ellos haciendo las veces de agenda o cuaderno de notas, por la información escrita en el reverso de estos, y muchos artículos más, son los que se encontraban sobre el pasto.

La mujer cambia su expresión de enojo y tensión por una sonrisa discreta en los labios, si bien es cierto que la cita no tendrá lugar, y que habrá que esperar por un nuevo encuentro que quizá no se dé, es cierto también que después del caos experimentado, este se ha vuelto visible, dado que se encontraba ya dentro de la bolsa, y se cargaba con él a todo lugar al que se iba.

Toma ahora su bolso, el cual luce más ligero, una gran parte de las tantas cosas “útiles” con las que día a día se cargaba, se han ido a la basura, las que se han quedado dentro del bolso, aquella que lo porta, sabe ahora de su existencia, la marcha continúa, poco a poco la mujer desaparece de mi vista, creo ha levantado la mano y emprendido el viaje en taxi, al final desaparece totalmente, hago un gesto de adiós con el pensamiento y la acompaño hasta donde se dirige, decidió trasladarse a casa, sentada ahora sobre la alfombra de lo que parece ser su recamara ha continuado la lectura, acompañada con una taza servida a tres cuartos, lo que decidió colocar en ella se asemeja a un té.

Con ésta última imagen le digo adiós, así mismo, con esta última imagen me despido de ti, es momento de dejar de escribir, y es tiempo ya de emprender el propio trabajo de revisión de lo que en mi mochila habita.