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martes, 27 de mayo de 2014

Mantenerse y cerrar


Arribo a un centro comercial y uno de mis pasatiempos consiste en dirigirme al área de libros, me he topado con agradables sorpresas en los lugares menos esperados, dado que la búsqueda de joyas impresas en sacro papel suelo llevarla a cabo también al deambular por las calles, resulta maravilloso el después de tomar un buen café e ir de regreso al hogar, percibir a lo lejos, cual oasis en el desierto, un pequeño changarrito’ que se encarga de la compra-venta de libros, en su mayoría usados por alguien más.

Colecciono textos de todos tipos, podría ufanarme con intención ególatra de solo leer clásicos, más si bien al año me esfuerzo en concluir tres o cuatro de ellos, agrego también a mi consumo algunos miembros del para muchos deshonroso listado de los “más vendidos”, y muchos tipos más; claro está, ello sin osar siquiera voltear a ver el libro de alguna famosa conductora de programa de variedad y mucho menos dar vuelta a una de las páginas del texto “escrito” por una actriz cuya virtud fue reiteradamente cometer garrafales declaraciones, muestra, todas ellas, de que los libros que ha leído se encuentran a la par de los que espero hayan sido vendidos por dicho personaje.

Todo aquel que lo haya experimentado alguna vez, recordará justo al momento de leer esta parte de mi texto, la sensación de dicha que se vive cuando después de revolver uno tras otro los libros de algún puesto de compra-venta de usado, se logra dar con el título buscado desde años atrás en las grandes cadenas de librerías, no solo locales sino de alguna ciudad con mayor surtido, incluso en editoriales, con amigos y muchos otros intentos en vano de conseguirlo, la felicidad de dicho encuentro es tal que si intentará siquiera describirlo estaría profanando tu sublime recuerdo, así que dejo a ti la libertad de volverlo a vivir a la par que continúas leyéndome.

Pues bien, una vez aterrizados y después de la conclusión del episodio que hace referencia al clímax del encuentro, proseguimos con lo que a la compra del libro le sigue, después de ello, uno se dirige entre caminando, entre volando, a la morada, al llegar a ella se busca el espacio idóneo para colocar la nueva reliquia, en ocasiones se le inicia a leer de manera inmediata, muchas otras, espera pacientemente al lado de muchos otros grandes libros adquiridos por medios similares.

Los libros que se encuentran en área de espera, algún día despiertan y es el día especial, aquel en el cual las manos de quienes los ha adquirido hojean por primera vez su cuerpo, le pueden acompañar también vistazos y porque no un olfateo para captar esa magia que también por dicha vía transmiten.

Y una vez que alguno de esos libros es tomado por mí, a la par adquiero el compromiso de no solo emprender su lectura, sino de mantenerme en ella, hasta que sea necesario para finalizarle; en la andanza de estas aventuras literarias me he encontrado con textos que en las primeras páginas poseen un doblez en una de las esquinas de sus hojas, otras en la parte media y muy pocos al final; he encontrado también separadores, boletos de transporte público que cumplen la misma función y hasta fotografías, todos ellos diferentes en aspecto, más a la vez indicio del mismo hecho: un libro que no ha sido gozado en totalidad, que ha quedado sin ser descubierto enteramente, el cual pasó al rincón de las cosas  no útiles y terminó en los saldos donde fue encontrado por quien le ha dado vida de nuevo.

El día de hoy dirígete a tu libro muerto, vuélvele a tomar y llénalo de vida, mantente más allá del ímpetu de la compra, no solo emprendas, sino también mantente andando en lo iniciado, disfruta una a una sus páginas, evita desistir incluso cuando le consideres diferente a la expectativa que sobre él tenías, finalmente que el esfuerzo y energía sea tal, para que de esta manera logres el momento cumbre que llega al concluirlo.

Emprender, mantenerse y cerrar; filosofía que posiblemente aplicaría no solo a los textos, la invitación de hoy es en dicha área, si deseas extenderle más allá, estaré gustoso de leer tus experiencias.

martes, 20 de mayo de 2014

Eterna caminata nocturna


Ordeno mi espacio físico buscando que con ello las ideas tomen también su cauce, más quizá el orden exterior carezca de sentido si la armonía interna no es recuperada.

Para lograr poner la mente plena suelo en ocasiones caminar, me maravillo ante la posibilidad de cómo con el propio cuerpo y sin el uso de vehículo alguno pueda desplazarme hasta puntos casi ilimitados; cuando recorro la ciudad andando solo sobre los propios pasos, resulta delicioso dar vistazo atrás para ser consciente del tramo avanzado, después de la mirada en reversa la vista vuelve al frente y la marcha prosigue, sin embargo, si decido que es momento de volver, resulta interesante el prestar atención en como lo que antes era “hacia adelante” es ahora el punto trasero de referencia.

Y en esos menesteres me encontraba cuando frente a mí y a una relativa cercanía, se destacó un edificio, la mirada global indicaba una cierta “normalidad” de la zona, los muchos durmiendo o a punto de hacerlo, otros cuantos en sobremesa después de una grata cena, quizá alguna iniciando una jornada de desvelo para que la tarea de fin de ciclo quede completada, finalmente aquel que decidió encontrarse en una zona intermedia, a la par que se entrega al mundo se reserva de él, detrás del cristal de la ventana permanece, más su vista se encuentra puesta en lo que sucede al exterior, a diferencia de los personajes que describí anteriormente, para los cuales la vida de esa noche sucede al interior, o la mía que pudiera decirse si tomamos estos dos puntos, unidad habitacional y calle, se suscita en el exterior.

Las ventajas de permanecer dentro del espacio que completa el cuadro de la ventana pueden a la par convertirse en limitantes; que sucede cuando el auto que lentamente recorre la calle anuncia a la vez en el equipo de sonido la venta de alguna golosina que desde hace días se sueña degustar, pudiera ser también que un bello espécimen humano deambulara por las calles, quizá se le expresen un sinfín de palabras, más de la poesía magistral que en ese momento compongamos ni siquiera una letra llegará a su destino, y en instantes la magna obra desaparecerá; quizá el amigo de la infancia, de aquel que tantos recuerdos se coleccionan, coincida en tiempo y espacio, más solo como holograma con el cual no se estableció un contacto auténtico.

Aquel que desde fuera es visto refleja una sola imagen, son más bien aquellos que le miran los que construyen un sinfín de significados en torno al mismo estimulo, hay quienes lo percibieron como exhibicionista, sin percatarse que a la par son el receptor voyeur, otros tantos creen que al siguiente día tomará el rifle de asalto y disparará contra cada uno de los que decidan recorrer la calle en el momento equivocado, uno más decide que es artista, quizá pintor, los solventes, colores, pinceles, lienzos y sobre todo el ruido interior, han necesitado de un descanso para recuperar el romance con las musas, particularmente la compañera de los últimos meses; finalmente el que escribe, decide que sea aquel sobre el cual versen las letras del presente martes, deseando a la vez que mis lectores presten ojos vivos al doble rol que juegan en torno a una ventana, tanto si se observa y se construyen historias, como si sencillamente se colocan bajo el marco para recibir las caricias refrescantes de los vientos nocturnos que pasean por las mismas calles que cotidianamente recorremos.

martes, 13 de mayo de 2014

Cena Dionisíaca

Una noche que termina da inicio a un nuevo día, no se conoce el punto exacto en que se dividen ambos, dado que se encuentran separados y a la vez siendo parte del mismo fenómeno.

Y en ese punto del “día” me encontraba, cuando el hambre voraz que se apoderó de mi ser decidió que era tiempo de dirigirse por el alimento de esa noche, la tortilla, que data desde nuestros antepasados, fue la elección para saciar el apetito, rellenándole con lácteos cuajados y algunos toques de salsa y verduras, ese alimento de Dioses que los mortales gustan por llamar “taco”.

Y precisamente, encontrándome en la noche de ese día, el ambiente comenzó a llenarse de un sinfín de autos a gran velocidad, los cuales entonaban con alto volumen canciones en honor a las progenitoras, los que transitaban a pie lo hacían portando globos, flores y muchos detalles más, todos ellos destinados a ser otorgados a las alguna vez designadas “reinas del hogar”.

En esos momentos se acerca a mi la encargada de preparar mi cena, noto en su rostro una expresión de llanto contenida, posiblemente porque desde su idiosincrasia esa noche ella debería estar ya durmiendo en cama, tal vez desde las nueve de la noche, para que al sonar las doce campanadas que anuncian un nuevo día ella fuera “sorprendida” por Juancho, Pedro, Ramón o el nombre que usted quiera darle al hijo de la señora en cuestión; y esa noche no fue así, como no lo son las bastantes más, ese día fluyó de la misma manera, siendo la búsqueda del bocado el principal objetivo, ya habrá tiempo para celebrar, y además, ¿realmente habrá motivo para hacerlo?; todo ello me transmitió Dionisia con su mirada, aquella que observa al comensal mientras a la par quiere prestar atención al auto blanco que en el sonido a todo volumen entona las clásicas mañanitas, en este caso cortesía de algún mariachi mexicano.

Tomo mis tacos, me dirijo hacía el sitio donde las salsas y complementos se encuentran depuestos, uno a uno voy dando por finalizado la existencia de cada uno de los platillos de la noche; al final arrastrado por el ambiente que reinaba y un tanto por la mirada ligeramente enturbiada con liquido salino opto por preguntar a Dionisia si ella es madre, a lo cual responde afirmativamente, semi-sonrío y expreso un felicidades que parece tener un positivo recibimiento.


Al momento de partir pasa por mi mente visitar algún centro comercial de esos de nombre palíndromo y comprar unos chocolates, quizá un dulce o por lo menos un refresco, para otorgar a cada una de las madres que se encuentran en ese momento trabajando afanosamente, no solo a Dionisia y sus dos compañeras, sino todas y cada una de aquellas que cada noche lo hacen; por circunstancias que en este momento no veo lugar para compartir desisto de comprar aquel “detalle” y me retiro a casa a dormir, con el estomago lleno’ y por ende contento, más con la mente reflexiva y mi ser inquieto, a la par que hago la digestión de la cena, me reitero la importancia de mantenerse atento de los universos que a la par existen mientras el propio sigue andando.

martes, 6 de mayo de 2014

Mezclado como el café

En días pasados, sentado plácidamente en uno de los lugares que suelo frecuentar y a la par que disfrutaba un café, pude percatarme de la variedad de aspectos con los que cotidianamente me topo, muchas ocasiones sin tomar consciencia de ello; en las mesas del rededor se encontraban diferentes grupos, uno de ellos conformado por dos integrantes, mientras melosamente ella lo miraba, el atentamente asentía con la cabeza a lo que le contaba, siendo más interesante el próximo “like” que el pulgar al presionar la pantalla otorgaría a una lejana publicación en una de las redes sociales de moda; otro de los grupos se componía por varios y varias adolescentes, que portaban el uniforme escolar como evidencia de la fuga emprendida momentos antes, en los segundos precisos y a tiempo para evitar los tediosos discursos del profe’ en turno, más allá de la asignatura, el estilo pedagógico y la didáctica empleada, lo que en realidad orquesta la fuga es el mismo deseo de emprenderla, que parece ser parte de un ritual, heredado de generación en generación, el cual suele iniciarse en secundaria y continúa presentándose incluso en grados superiores, con la ventaja para los de Licenciatura o Maestría de que en la mayoría de los casos no existe obligación de portar uniforme delator.

Después de esa breve mirada al entorno volví mis ojos al libro que en esos momentos digería, tres o cuatro sorbos del néctar oscuro, una pausa reflexiva y de acomodo de ideas que en el texto encontraba como integradas y en mi mente aún se mantenían caóticas; regrese seis o siete capítulos y al revolver las páginas encontré al fin el sentido de lo que el autor presentaba. Justo en esas estaba cuando frente a mi y sin yo pedirlo se poso un grupo que destacaba del resto de los presentes, por su estructura pude deducir que se trataba de una familia, padre, madre, hija e hijo.

El mayor de ellos, el padre nacido por allá de los 70 leía a Proust en Francés, por aquello de conservar la esencia de las ideas, vestido con pantalones poco corrientes y heredados por su progenitor, enseguida la madre, ataviada con prendas de la generación anterior en el sentido literal, con pulseras y aretes de su propia fabricación, le seguía la hija, sudadera con gorro puesto a la cabeza, pese al clima discorde con dicha acción, acompañada a todos lados con la mochila cruzada en el cual los gadgets de la manzana tienen cabida con facilidad; y al final del cuadro el hijo menor; empatando en totalidad con el cuadro de la familia hipster que de manera breve describí, ello con el fin de mantener la esencia del blog, por tanto me ahorré detalles de la indumentaria, accesorios, conductas y demás; sin embargo amables lectores al construir la escena pueden ustedes agregar todos los detalles deseados para que la fotografía de la familia hipster quede totalmente dibujada.

El cuadro termina y vuelvo mis ojos al texto, las paginas no avanzaran por si solas, es momento de apartarme de la gente que me rodea y centrarme en la tarea que en esos momentos realizo, cada uno de los clientes hacen lo propio, parejas, estudiantes y nuestra especial familia, todos y cada uno integrados al grupo, por lo menos en apariencia, dado que existen casos donde el interior es disonante con el exterior, como ejemplo fresco tenemos al menor de los hijos de la familia descrita, al cual se le ve pasivo, integrado, disfrutando ser parte del grupo, a la par que en su reproductor de música suena a todo lo que da la tuba y el acordeón, mientras el continúa “integrándose”, siendo parte de’, enfundado en una moda en la cual su alma no se siente para nada cómoda, maldiciendo su estirpe, luciendo hispter ansiando ser Norteño-banda.


Nota final: agregue usted los ingredientes que desee, cambie de grupos, de culturas subculturas, no se angustie por hacerlo, el fenómeno permanecerá, solo recuerde al final mezclarlo todo, como el café.