Arribo
a un centro comercial y uno de mis pasatiempos consiste en dirigirme al área de
libros, me he topado con agradables sorpresas en los lugares menos esperados,
dado que la búsqueda de joyas impresas en sacro papel suelo llevarla a cabo
también al deambular por las calles, resulta maravilloso el después de tomar un
buen café e ir de regreso al hogar, percibir a lo lejos, cual oasis en el
desierto, un pequeño changarrito’ que se encarga de la compra-venta de libros,
en su mayoría usados por alguien más.
Colecciono
textos de todos tipos, podría ufanarme con intención ególatra de solo leer
clásicos, más si bien al año me esfuerzo en concluir tres o cuatro de ellos, agrego
también a mi consumo algunos miembros del para muchos deshonroso listado de los
“más vendidos”, y muchos tipos más; claro está, ello sin osar siquiera voltear
a ver el libro de alguna famosa conductora de programa de variedad y mucho
menos dar vuelta a una de las páginas del texto “escrito” por una actriz cuya
virtud fue reiteradamente cometer garrafales declaraciones, muestra, todas
ellas, de que los libros que ha leído se encuentran a la par de los que espero
hayan sido vendidos por dicho personaje.
Todo
aquel que lo haya experimentado alguna vez, recordará justo al momento de leer
esta parte de mi texto, la sensación de dicha que se vive cuando después de
revolver uno tras otro los libros de algún puesto de compra-venta de usado, se
logra dar con el título buscado desde años atrás en las grandes cadenas de librerías,
no solo locales sino de alguna ciudad con mayor surtido, incluso en
editoriales, con amigos y muchos otros intentos en vano de conseguirlo, la felicidad
de dicho encuentro es tal que si intentará siquiera describirlo estaría
profanando tu sublime recuerdo, así que dejo a ti la libertad de volverlo a
vivir a la par que continúas leyéndome.
Pues
bien, una vez aterrizados y después de la conclusión del episodio que hace
referencia al clímax del encuentro, proseguimos con lo que a la compra del
libro le sigue, después de ello, uno se dirige entre caminando, entre volando, a
la morada, al llegar a ella se busca el espacio idóneo para colocar la nueva
reliquia, en ocasiones se le inicia a leer de manera inmediata, muchas otras, espera pacientemente al lado de muchos otros grandes libros adquiridos por
medios similares.
Los
libros que se encuentran en área de espera, algún día despiertan y es el día
especial, aquel en el cual las manos de quienes los ha adquirido hojean por primera
vez su cuerpo, le pueden acompañar también vistazos y porque no un olfateo para
captar esa magia que también por dicha vía transmiten.
Y
una vez que alguno de esos libros es tomado por mí, a la par adquiero el
compromiso de no solo emprender su lectura, sino de mantenerme en ella, hasta
que sea necesario para finalizarle; en la andanza de estas aventuras literarias
me he encontrado con textos que en las primeras páginas poseen un doblez en una
de las esquinas de sus hojas, otras en la parte media y muy pocos al final; he
encontrado también separadores, boletos de transporte público que cumplen la
misma función y hasta fotografías, todos ellos diferentes en aspecto, más a la
vez indicio del mismo hecho: un libro que no ha sido gozado en totalidad, que ha
quedado sin ser descubierto enteramente, el cual pasó al rincón de las
cosas no útiles y terminó en los saldos
donde fue encontrado por quien le ha dado vida de nuevo.
El
día de hoy dirígete a tu libro muerto, vuélvele a tomar y llénalo de vida,
mantente más allá del ímpetu de la compra, no solo emprendas, sino también
mantente andando en lo iniciado, disfruta una a una sus páginas, evita desistir
incluso cuando le consideres diferente a la expectativa que sobre él tenías,
finalmente que el esfuerzo y energía sea tal, para que de esta manera logres el
momento cumbre que llega al concluirlo.
Emprender,
mantenerse y cerrar; filosofía que posiblemente aplicaría no solo a los textos,
la invitación de hoy es en dicha área, si deseas extenderle más allá, estaré
gustoso de leer tus experiencias.