Seguidores

martes, 20 de mayo de 2014

Eterna caminata nocturna


Ordeno mi espacio físico buscando que con ello las ideas tomen también su cauce, más quizá el orden exterior carezca de sentido si la armonía interna no es recuperada.

Para lograr poner la mente plena suelo en ocasiones caminar, me maravillo ante la posibilidad de cómo con el propio cuerpo y sin el uso de vehículo alguno pueda desplazarme hasta puntos casi ilimitados; cuando recorro la ciudad andando solo sobre los propios pasos, resulta delicioso dar vistazo atrás para ser consciente del tramo avanzado, después de la mirada en reversa la vista vuelve al frente y la marcha prosigue, sin embargo, si decido que es momento de volver, resulta interesante el prestar atención en como lo que antes era “hacia adelante” es ahora el punto trasero de referencia.

Y en esos menesteres me encontraba cuando frente a mí y a una relativa cercanía, se destacó un edificio, la mirada global indicaba una cierta “normalidad” de la zona, los muchos durmiendo o a punto de hacerlo, otros cuantos en sobremesa después de una grata cena, quizá alguna iniciando una jornada de desvelo para que la tarea de fin de ciclo quede completada, finalmente aquel que decidió encontrarse en una zona intermedia, a la par que se entrega al mundo se reserva de él, detrás del cristal de la ventana permanece, más su vista se encuentra puesta en lo que sucede al exterior, a diferencia de los personajes que describí anteriormente, para los cuales la vida de esa noche sucede al interior, o la mía que pudiera decirse si tomamos estos dos puntos, unidad habitacional y calle, se suscita en el exterior.

Las ventajas de permanecer dentro del espacio que completa el cuadro de la ventana pueden a la par convertirse en limitantes; que sucede cuando el auto que lentamente recorre la calle anuncia a la vez en el equipo de sonido la venta de alguna golosina que desde hace días se sueña degustar, pudiera ser también que un bello espécimen humano deambulara por las calles, quizá se le expresen un sinfín de palabras, más de la poesía magistral que en ese momento compongamos ni siquiera una letra llegará a su destino, y en instantes la magna obra desaparecerá; quizá el amigo de la infancia, de aquel que tantos recuerdos se coleccionan, coincida en tiempo y espacio, más solo como holograma con el cual no se estableció un contacto auténtico.

Aquel que desde fuera es visto refleja una sola imagen, son más bien aquellos que le miran los que construyen un sinfín de significados en torno al mismo estimulo, hay quienes lo percibieron como exhibicionista, sin percatarse que a la par son el receptor voyeur, otros tantos creen que al siguiente día tomará el rifle de asalto y disparará contra cada uno de los que decidan recorrer la calle en el momento equivocado, uno más decide que es artista, quizá pintor, los solventes, colores, pinceles, lienzos y sobre todo el ruido interior, han necesitado de un descanso para recuperar el romance con las musas, particularmente la compañera de los últimos meses; finalmente el que escribe, decide que sea aquel sobre el cual versen las letras del presente martes, deseando a la vez que mis lectores presten ojos vivos al doble rol que juegan en torno a una ventana, tanto si se observa y se construyen historias, como si sencillamente se colocan bajo el marco para recibir las caricias refrescantes de los vientos nocturnos que pasean por las mismas calles que cotidianamente recorremos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario