1 de la tarde,
quisiera decir que el tic tac del reloj es lo primero que escuché, sin embargo
desde hace tres años el artefacto diseñado para hacer creer que controlamos el
tiempo, o lo que es más, que el tiempo es real, ha dejado de funcionar, sirve
ocasionalmente de pisapapeles, tal vez de sostén de bragas que se secan al
interior de la habitación.
Enjuago mi boca y
la pestilencia no se va, no es hedor común lo que esta mañana invade la casa,
creo que defecaré y daré dos inhaladas a la mierda del water antes de bajar la palanca, será una buena forma de que los
aromas se mezclen y que la mierda externa se haga una con la interna.
Momento de creer en
la magia, de que las teorías echadas por tierra en los años de bachiller
adquieran validez, pienso en ello a la
par de la frase “generación espontánea”, abriendo y cerrando la puerta del
viejo refrigerador una y otra vez, creyendo que con eso el tupper con frijoles mohosos se transformará en tocino que freír con
un par de huevos, que la lechuga mutará en tortillas o si quiera rebanadas de
pan, pero el viejo y enclenque profesor Martínez tenía razón, eso de la
generación espontanea fue mera falacia, ocurrencias
de hombres que quisieron colarse en los anales de la ciencia, los dos tomates
marchitos apoyan a Martínez, junto con un informe guiso que tiene siglos en el
congelador.
Ni las energías ni
la poca agua que sale de la regadera dan
para un baño completo, bastará con acicalamiento nivel transeúnte regular
masificado.
Me arrastró por el
pequeño departamento en busca del pantalón rojo con flores bordadas sutilmente
en las nalgas, se que en el se encuentra mi salvación, revuelvo faldas, blusas,
abrigos, y hasta una gorra deportiva, hasta que al fin lo encuentro, en
nanosegundos mi mano ya hurgo en cuantas bolsas tiene, para finalmente ver de
frente el sonriente rostro del hombre bienpeinado justo al lado del hermoso número 20.
Emprendo camino
hacia la pizzería artesanal de la esquina, a cada paso que doy la imagino toda
hermosa vomitando queso, con salamie’s que pululan sobre toda ella, y que decir
del baño de oliva que se dará mientras la observo, antes de entregarse a mi, no
puedo decir que la boca se hace agua dado que el calor me impide notarlo,
vuelta a la esquina y ya está, pasaré de la imaginación a los hechos.
Maldita sea, no hay
pizza, no hay calzone y ni siquiera un jodido panino, ventanas atrancadas y
cortina abajo, toda roja ella, burlándose de mi, con una hoja de papel al
centro donde el propietario se excusa por un viaje que hizo de improviso, a la
par avisa que en dos días más volverá y que se abrirá con regularidad, en los
horarios que todos sus clientes conocemos.
Por algo el sabor a
mierda en la boca, en la casa, en las calles, en el mundo; de nada ha servido
rescatar a Juárez de entre los boletos del autobús, envolturas de goma de
mascar y tickets de la ida más
reciente al cine.