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martes, 26 de abril de 2016

Pastel de zanahoria

Tomo el cuchillo con la mano izquierda, lo observo, le doy vuelta y un reflejo de la hoja muy afilada encandila por un momento mi visión, después lo paso a la mano derecha, miro el pastel casi completo y elijo el pedazo que he de cortar para devorar, una mitad de nuez y un mini trozo de piña logran colarse en mi elección.

Poco antes de llevarlo a la boca veo pasar por la ventana un pensamiento que ninguno de mis amigos puede captar.

Me ausento unos segundos, pretextando que iré al servicio para desahogar la vejiga; ya estando afuera le veo una vez más, viste de blue jeans y camisa negra, le observo de frente y logro calcular su edad, no más de veinte años, no menos de diecisiete.

Hace unas señas con las manos, me son incomprensibles, camina dando pasos hacia atrás, yo los doy hacia adelante y nuestra danza paralela se prolonga por minutos, sigue haciendo las señas, creo que voy entendiendo.

Se detuvo para sentarse sobre la banqueta, indica con la mano que me acerque, finalmente me siento a su lado.

Dice que puede hablar y que yo puedo entenderle, que es normal que en un inicio me cueste trabajo traducir lo que él quiso decirme, que conforme avance el tiempo podremos entendernos a la perfección; estaba por preguntar cuanto tiempo, más veo innecesaria la pregunta al percatarme de que ya hablamos la misma lengua.

Solo quiere un poco de pastel, lleva un par de lustros sin comerle, le vendría bien un vaso con leche, le comento que solo tengo café, niega con la cabeza; dice que me esperará sentado en donde está, que prefiere quedarse allí, menciona que para muchos de mis amigos su presencia resulta detestable, irreal e imposible; en definitiva esperará, allí donde nadie quiere verle, sobre el calor del asfalto que le sienta bien a su cuerpo helado, me invita a regresar, a departir, bromear y concluir la reunión, me dice que coma mi pastel, que me tome el tiempo y lo pase con café, ya que para el esperar es lo de menos, lo hará pacientemente, aguardando para que yo degluta en totalidad la tarta de zanahoria que ha sido servido en mi plato, aquel que ha quedado en el interior del salón, al que mis amigos han espantado ya una que otra mosca con el movimiento de sus manos.