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martes, 10 de marzo de 2015

Auditoria del diario vivir

Un día pesado para Fausto, y eso que apenas se plasman sobre el papel las primeras notas que han de matizar el, al parecer, eterno Réquiem que ha de ser su jornada.

Llegaron  los resultados de la auditoria del negocio que hace algunos años emprendió junto con un amigo, el dictamen final indica multa a pagar de varios cientos miles de pesos, dinero con el cual en éstos momentos ni siquiera se puede permitir soñar; lejanos parecen los días en los cuales viajaba sobre la camioneta doble cabina de modelo reciente, hoy, sentado sobre un espacio de asiento trasero del transporte público; evoca dichas imágenes, mientras en los altavoces que dan música no solo al chófer, sino al pasaje entero, suena la nueva canción de un grupo que en su nombre honra tanto a felinos como a puntos cardinales.

Recarga su mejilla a la ventana, parece mirar y al mismo tiempo no hacerlo, lo primero que ve sin ver es un grupo de comerciantes que sobre el costado de la carretera dan acomodo a grandes cantidades de fruta, mamey y guanábana específicamente, evoca su lunes, aquel que tenía lugar en semanas anteriores a la que actualmente vive, recuerda que en ellos gustaba de saborear en pie alguno de aquellos frutos, le era placentero también arribar a la construcción cargado con una bolsa del fruto que previamente había evaluado personalmente y repartirlo con sus compañeros de trabajo.

Hoy no es más aquellos días, no es más él, aunque el más dulce de los hijos de la tierra y de los árboles se le entregará solamente a él, en nada cambiaría ese sabor a podrido que llena no solo su boca, lo hace también con su cuerpo, cabría decir incluso que su alma, más Fausto se ha declarado ateo desde años atrás, y ello resultaría un tanto paradójico y sobre todo, para aquellos que le conocen, se leería como algo poco creíble.

Junto a la putrefacción rondan también imágenes de números, de facturas, de cheques firmados para cerrar negocios en el bar de costumbre, de un amigo que sin más desapareció, y al final la imagen de un Fausto que es colgado en la plaza pública de un pueblo Francés, como en las películas, no ha sido ejecutado por la acusación de fraude que cree pesaba sobre de el, el veredicto de la corte ha sido certero: pena de muerte a causa de la imbecilidad, manifestada al entablar acuerdos con su antiguo socio.

Los hologramas que se trasponen uno tras otro en el interior de su cabeza poco a poco dejan de hacerlo, ha bajado del autobús y se enfila hacía el tejado donde actualmente ejecuta las tareas correspondientes a la semana laboral, emite parcos saludos a tres de sus camaradas y al resto prefiere ignorarlos.

Martillo en mano derecha y trozo de madera en la izquierda, clavos en la boca; una y otra vez ejecuta el movimiento que deja fijo el fragmento de cedro con incrustación de caoba, y entre ese vaivén de martillazos y pequeños pasos en el reducido espacio con el que cuenta, repentinamente surge una descoordinación y en un fragmento de segundos que parecía eterno va a dar al suelo, en el viaje entre el tejado y el piso pasan por su mente una serie de recuerdos, los típicos, acerca de su infancia, juventud, familia actual, deseos no cumplidos y los sueños que jamás pudo realizar, casi cuando toca el suelo llega el recuerdo del conflicto financiero, al saberse muerto en unos cuantos milisegundos emite una sonrisa, “que se joda el fisco y mi puto socio”, sus últimas palabras.

Todos los empleados que laboran en la construcción han formado un corro, en el centro yace el cuerpo de Fausto, quien en apariencia luce en calma y en paz, los minutos pasan y al fin llega el médico de la empresa, corrobora que existen signos vitales, quizá haya fracturas y raspaduras, más es garantía que la vida no se encuentra en riesgo, mas allá del diario riesgo de ser humanos.

Fausto despierta en la cama de un hospital, la podredumbre que habita en su ser desplaza al dolor que dicen debería sentir, no importan los medicamentos, ni las revisiones, ni las varias personas que le hacen visita, sabe que su vida para nada se parece a la de las telenovelas o películas que se transmiten en el televisor que se encuentra frente a su recamara hospitalaria, en las películas y hasta en las telenovelas el personaje principal termina muriendo, la viuda e hijos cobran un misterioso y nunca antes sacado a la luz seguro de vida, las caídas terminan en muertes sentidas del personaje principal;.


Fausto se sabe uno más, quien ha de ser para considerarse como protagonista de alguna historia alguna vez, ni siquiera puede soñar con ello, su vida no terminará con eso que los sabios de los libretos llaman cliché, el no murió, no hay luz al final del túnel, ni un cielo desde el cual se mantiene al tanto de cómo anda la vida de los suyos; hay días ordinarios, firma de papeles y al final un alta hospitalaria, una reinserción a su cotidiana vida, viajes en autobús, vendedores de fruta en las aceras y sobre todo, ese hedor a deuda y cárcel que parece jamás desaparecerá.