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martes, 3 de febrero de 2015

Al cobijo del Banco Nacionalista

Dos de la mañana, la mayoría de las melodías de las calles guardan ya silencio, el que sea un día miércoles influye en que el bullicio urbano se encuentre al mínimo, esquina de Avenida Azul y Calle Noruega, sentado sobre la acera del Banco Nacionalista se encuentra Dámaso, extrae de su mochila una jaba de madera y la coloca en el sitio adecuado para que ésta haga las veces de mesa-comedor, cubre el rustico e improvisado mueble con un mantel de un amarillo intenso, al centro deposita una botella de Chianti cosecha 2007, extrae también de su morral un par de copas de cristal de moderada calidad, junto a ellas agrega un par de platos color turquesa sobre los que sirve Caponata, un poco más de una cucharada y un tanto menos que dos, cantidad justa para que funja de antipasti; en un anafre colocado a su costado derecho reposa una cazuela honda de aluminio en la cual el agua se encuentra a punto de hervor, en tres minutos más habrá de agregar dos raciones de pasta tipo Fusilli, la dejará nadar en las candentes aguas por catorce minutos y la retirará cuando dicho lapso de tiempo haya sido consumido, no antes y tampoco después, sino justo al culminar el segundo 840.

Dámaso es partidario de vestir con aspecto relajado, entre su guardarropa predominan las prendas informales, si acaso alguna casual y contados atavíos con tintes de formalidad, el presente día se ha inclinado por dicho estilo, traje de pana color olivo lo cubre en la capa externa, al interior se aprecia camisa blanca con líneas sutiles en sentido vertical, ha optado por tirantes en lugar de cinturón, y en su cuello luce una agradable pajarita color ocre con toques tornasolados, completa el atuendo con zapatos color miel.

Parece ser que su amada Clara ha sufrido algún percance, solo a ello atribuye la demora, si bien está solo es de ocho minutos, resulta atípica en una mujer que es sinónimo de puntualidad, marcando ritmo sobre el suelo con una serie de golpes de zapato parece ser que el tiempo transcurre con menos densidad, le agrega al cuadro toques de Jazz que suena en la radio portátil que encendió hace dos minutos, justo en la parte media de Zacherly, cuando movía rítmicamente cabeza y hombros, es que percibe a pocos metros la figura de su amada.

La toma de la mano y coloca gentil saludo en ella, un pequeño beso en las falanges y un abrazo con la fuerza necesaria para decir “soy feliz de que te encuentres aquí”, acto seguido coloca un banco de madera para que ella tome asiento, posteriormente él hace lo mismo. Descorcha el Chianti y llena las copas, el sonido que hacen los cristales al besarse asemeja al canto de esos seres alados que según las pinturas Renacentistas se dice se encuentran en el cielo, degustan el magnífico platillo que ha sido servido como entrada y enseguida reciben el cuerpo caliente de los fragmentos de pasta con cuerpo de forma espiral y entrelazada, Dámaso toma de la bolsa izquierda de su saco un frasco de vidrio en el cual guarda Pesto, baña con la balsámica mezcla el contenido de ambos platos e inmediatamente un sublime aroma se hace presente, como si de un reflejo se tratase los dos dan un suspiro y saborean con su nariz la presencia de la albahaca y los toques de aceite de oliva, junto a dos o tres elementos más.

Beben la segunda copa y se ponen al día, aunque ha pasado solo una semana desde la ocasión más reciente en que se encontraron, realmente los detalles parecen no terminar, así que el tiempo se esfuma más que pasar volando.


Cinco de la mañana, el ritmo y volumen de la música urbana se intensifican, aunque ninguno de los dos lo desea, saben que es momento de despedirse, él planta un beso sobre su frente y enseguida repite la acción sobre su boca, ella lo abraza y le sonríe, poco a poco se aleja y va diciendo adiós con su mano, él le grita y ella cesa su andar, él pregunta sobre las razones de porque solo cada miércoles puede darse el encuentro, ella explica que así son las reglas, el asiente con gesto triste, ella le da un beso más mientras que él saca del bolso derecho un botón de tulipán, ella lo coloca entre sus manos y captura el aroma tan puro de la flor, él la besa una vez más y ella libera un par de lagrimas, el debe retornar a la rutina diaria de lo que llaman vida y ella ha de hacer lo propio en lo que han dado por denominar muerte.