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martes, 22 de diciembre de 2015

Sonrisas al 2 X 1

Minuto 1

Sentado en la primera mesa del café recibo una sonrisa del mozo que me atenderá, gesto que asocio más con la esperanza de apetitosa propina que con el fluir auténtico del corazón.

Minuto 2

Pido el mismo refresco de cola que he pedido los últimos treinta y cinco días del otoño, respondo que no cuando me es ofrecido algún pastel o sándwich para acompañarle.

Minuto 3

Tamborileo una y otra vez con mis dedos sobre la mesa, inicialmente sin ritmo, después parece surgir interesante combinación musical, a nada de llegar a los 180 segundos continuos de percusionar decido cesar la música, decisión más bien influenciada por las miradas de los vecinos de mesa, quienes con su silencio y ojos puestos sobre mí, piden el fin del concierto; sobre ellos he de decir que talvez posean pobre gusto musical, dado la increpación que silentemente me han hecho, más su gusto en el vestir es formidable, la boina del señor se agrega a mi lista mental de deseos, que he de surtir en una tienda existente tal vez en el pasado, a leguas se nota que es una joya de generaciones anteriores, en lo que a su compañera respecta, su collar me ha cautivado, no para travestirme, no para regalarlo a mi polola, simple y llanamente el objeto pareciera cumplir su misión en el mundo: cautivar a cuanto ser ose mirarlo por más de dieciocho segundos.

Minuto 6

Como siempre el refresco es refrescante, fusión exacta entre los hielos que le son colocados al vaso, la temperatura que impera en el recinto y los propios grados centígrados que mi cuerpo posee, me entretengo viendo como burbujea, esas microgalaxias que existen al interior de un vaso de cristal, con propias historias, personajes, andanzas y esperanzas, que con un "glu glu" de gigante desaparecen en cuestión de un par de sorbos.

Minuto 11

Busco en mi morral el manuscrito en el que actualmente trabajo, revuelvo bolsas de frituras, papeles pequeños con notas en su frente y espalda, restos de cascaras de mandarina pérdidas al interior, dos plumas con publicidad de un banco y una más de un partido político.

Minuto 19

He tardado un minuto en darme cuenta que olvidé en casa el manuscrito, el resto de los minutos transcurridos los debo a la negación inicial, a esa resistencia por aceptar la realidad.

Minuto 19 y 32 segundos

Con gesto de mano pido la cuenta, apuntó hacia la mesa señalando el billete que cubre el costo de la bebida más un treinta porciento de propina, el mesero vuelve a sonreír, si bien no ha visto la cantidad que he dejado como bonificación por su servicio, presiente que será lo justo para que las dos sonrisas ofertadas queden cubiertas en totalidad.

martes, 24 de noviembre de 2015

Benemérita liberación

1 de la tarde, quisiera decir que el tic tac del reloj es lo primero que escuché, sin embargo desde hace tres años el artefacto diseñado para hacer creer que controlamos el tiempo, o lo que es más, que el tiempo es real, ha dejado de funcionar, sirve ocasionalmente de pisapapeles, tal vez de sostén de bragas que se secan al interior de la habitación.

Enjuago mi boca y la pestilencia no se va, no es hedor común lo que esta mañana invade la casa, creo que defecaré y daré dos inhaladas a la mierda del water antes de bajar la palanca, será una buena forma de que los aromas se mezclen y que la mierda externa se haga una con la interna.

Momento de creer en la magia, de que las teorías echadas por tierra en los años de bachiller adquieran validez,  pienso en ello a la par de la frase “generación espontánea”, abriendo y cerrando la puerta del viejo refrigerador una y otra vez, creyendo que con eso el tupper con frijoles mohosos se transformará en tocino que freír con un par de huevos, que la lechuga mutará en tortillas o si quiera rebanadas de pan, pero el viejo y enclenque profesor Martínez tenía razón, eso de la generación espontanea  fue mera falacia, ocurrencias de hombres que quisieron colarse en los anales de la ciencia, los dos tomates marchitos apoyan a Martínez, junto con un informe guiso que tiene siglos en el congelador.

Ni las energías ni la poca agua  que sale de la regadera dan para un baño completo, bastará con acicalamiento nivel transeúnte regular masificado.

Me arrastró por el pequeño departamento en busca del pantalón rojo con flores bordadas sutilmente en las nalgas, se que en el se encuentra mi salvación, revuelvo faldas, blusas, abrigos, y hasta una gorra deportiva, hasta que al fin lo encuentro, en nanosegundos mi mano ya hurgo en cuantas bolsas tiene, para finalmente ver de frente el sonriente rostro del hombre bienpeinado  justo al lado del hermoso número 20.

Emprendo camino hacia la pizzería artesanal de la esquina, a cada paso que doy la imagino toda hermosa vomitando queso, con salamie’s que pululan sobre toda ella, y que decir del baño de oliva que se dará mientras la observo, antes de entregarse a mi, no puedo decir que la boca se hace agua dado que el calor me impide notarlo, vuelta a la esquina y ya está, pasaré de la imaginación a los hechos.

Maldita sea, no hay pizza, no hay calzone y ni siquiera un jodido panino, ventanas atrancadas y cortina abajo, toda roja ella, burlándose de mi, con una hoja de papel al centro donde el propietario se excusa por un viaje que hizo de improviso, a la par avisa que en dos días más volverá y que se abrirá con regularidad, en los horarios que todos sus clientes conocemos.


Por algo el sabor a mierda en la boca, en la casa, en las calles, en el mundo; de nada ha servido rescatar a Juárez de entre los boletos del autobús, envolturas de goma de mascar y tickets de la ida más reciente al cine.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Martina

Sentada frente al televisor se descalza mientras la pantalla proyecta los comerciales que inician a la media noche, en la mano izquierda sujeta el control remoto, en la derecha la cuarta cerveza del paquete con seis que adquirió en la tienda camino a casa.

Durante el día, ante los ojos de los demás, ella es recepcionista de un hotel que se encuentra a ochocientos metros de su casa, desde hace seis meses cubre el turno matutino.

El desayuno lo efectúa de pie al lado del refrigerador, comúnmente el menú lo integran una pieza de fruta o pan, media taza de leche y un café que prepara para luego depositar en el termo de de acero con capacidad para un litro, bebe la mitad camino al hotel y el resto en las primeras horas de la jornada.

La forma en que lleva a cabo las tareas laborales no son descritas a fondo, porque ella misma no lo recuerda, pareciera una maquina que ha sido programada para sonreír, levantar el teléfono, registrar en la libreta nombres de gente que llega y familias que se van.

La comida diaria la lleva a cabo en la mesa del fondo del restaurante del mismo hotel, los lunes pide pollo, los martes un bistec, los miércoles son de pescado, jueves de pasta y viernes de vegetales al vapor; si alguno de los compañeros del hotel o un cliente asiduo del restaurante olvida en su conversación el día de la semana en el que se encuentra, le basta con voltear hacia el plato de Martina, observar lo que esta come, para al instante ubicarse en el tiempo.

Paga cerrando la cuenta en cien pesos, ninguna de sus cinco opciones supera en costo la cifra señalada, apenas se despide, antes de marcar su tarjeta en el reloj checador.


Solo bebe los viernes, compra seis cervezas, bebe tres completas y deja la cuarta a la mitad, las dos que quedan sin abrir las regala el lunes por la mañana al joven que le ayuda a llevar hacia la esquina las bolsas con basura que se acumulan en la semana. 

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Aumento de sueldo

Que sube el salario mínimo,  lee en una de las arrugadas hojas del diario nacional que recoge del suelo,  con bombo y platillo lo anuncian en la primera plana casi la totalidad de los periódicos; los que omiten la noticia es porque en sus portadas han preferido colocar la fotografía de la espectacular anotación que tuvo lugar en el último minuto del encuentro deportivo celebrado por la noche en la capital, otros más ignoraron la noticia para seguir con su tradición de poner la fotografía de un cuerpo  descuartizado, o tan siquiera un cráneo expuesto y rodeado de sangre, el resto de las portadas de los periódicos se reparten en proporciones más o menos iguales entre fotografías de actrices famosas,  noticias milagrosas e increíbles y datos sobre el mercado bursátil.

Ella sigue tomando del piso las hojas de papel que al iniciar el día se consideran imprescindibles para  todo aquel que desea mantenerse en ritmo con el mundo,  dentro del juego, informado; mismas hojas que con el paso de las horas pierden su valor informativo, y pasan de ser la puerta de acceso al mundo de los ganadores ,  a simples y llanos bultos de papel; sin embargo el carecer ya de noticias frescas no es sinónimo de perder importancia,  la siguen teniendo,  solo que ahora la atención la reciben de un público diferente, al que poco importan las noticias impresas en sus páginas,  siempre tan cercanas a su realidad geográfica más totalmente ajenas a su cotidianidad:

“El huevo a quince”, que mas da si hace cuatro meses que solo compra de a dos en la tienda para el desayuno de sus hijos; “La gasolina ya no subirá”,  otro pretexto hallarán las micros para cobrar un peso más con la llegada del nuevo mes; “Un príncipe y una princesa salen de las paginas de los cuentos y se casan en la vida real”, si jamás se ha sentido princesa y mucho menos considera un príncipe a su esposo, y ni la palabra boda encaja con su día a día,  ellos nada más se fueron juntos a vivir hace nueve años; “se pueden afiliar concubinas y concubinos anuncia el columnista de la pagina 9-A”,  fue allí cuando su risa estalló, el IMSS ni en el mundo los hace,  caen mejor los 193 pesos extras que el patrón le da a su hombre cada mes,  porque así se arreglaron,  una lana extra y si hay enfermo en la familia lo llevas a la verde; hay pocas opciones para aquel que enfermar es ganancia si se toma en cuenta que antes del bussine,  literal se morían de hambre.

Culmina su jornada de recolección,  dicen que hace muchos años el ser humano se convirtió en sedentario pero su vida encaja más con el nomadismo,  de un lugar a otro cuando así lo deciden los dueños de las vecindades,  de las calles, de las plantas que compran el papel que reúne todos los días; su costal ya se llenó,  apenas hubo espacio para el libro viejo que le regale mientras nos tomamos un refresco.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Flashback académico

Un balazo en la sien era todo lo que recordaba, la figura difusa del profesor en el estrado disertando apasionadamente sobre la bañera de un griego matemático se desprende poco a poco del cuadro colgado en la pared principal de su memoria, la compañera del pupitre contiguo tecleaba una y otra vez para interactuar mediante la red social con sus amigas, el intelectual del grupo permanece impávido en la primera silla de la primera fila para obtener los créditos suficientes que garanticen permanecer en el primer lugar del cuadro de honor durante todo el año; justo antes de caer su cabeza sobre la paleta, nota, al observar por la ventana la figura de un desconocido acompañado de la directora, en el momento justo en que la sangre comienza a brotar de sus sesos triturados el desconocido se introduce en su salón de clases, su vestimenta de payaso es el polo contrario del impecable traje de diseñador de la directora, lamenta haber puesto fin a su vida, desde la infancia le han fascinado los circos.

martes, 16 de junio de 2015

Lluvia y burbujas

La lluvia rodea el acorazado, se desplaza a 30 nudos hacia la costa Norte de un —hasta hace poco— pobre país, en el cual se ha descubierto un yacimiento petrolero en su litoral costero; dicha noticia solo ha sido conocido por los jerarcas del pueblo, dado que, pese a la modernidad que caracteriza a los tiempos actuales, el grueso de la población del pequeño país en cuestión carece incluso de los víveres necesarios cada día en sus improvisadas alacenas de cartón, que decir de Internet o telefonía móvil; los indicadores de desarrollo, por los suelos en décadas anteriores, se pronostican con significativo avance para el lustro venidero, los representantes de las Cámaras celebran el descubrimiento con vino burbujeante, importado exclusivamente para la ocasión, la fiesta Nacional de las capitales, usualmente no lo es así en las provincias; listones de colores, vajillas de materiales exóticos y poco vistos en la nación, lo mismo en las bandejas de bocadillos y en los platillos principales que son servidos en el banquete, entre clérigos, mandatarios nacionales, los congresistas antes señalados y por supuesto el líder absoluto del territorio.

En las colonias populares de la Bahía Azul un niño juega al Criquet con su palomilla, el equipo rival lleva un récord impresionante sobre su grupo, ganando diez de los últimos once juegos; parece ser que la mala racha al fin será rota, teniendo como líder el infante en cuestión, el equipo “local” lleva un ritmo de juego impresionante, la victoria parece cuestión de trámite, basta con finalizar la entrada en curso.

El sol que presumía su brillo excepcional, poco a poco cede paso a las sombras, el juego que estaba por culminar se ve interrumpido, los niños de la Bahía Azul ven acercarse a un enorme barco, muy diferente a las pequeñas embarcaciones a las que están habituados, muchos de ellos por ser hijos de pescadores; a diferencia de las lanchas de sus padres, en las cuales día a día se hacen a la mar en pro de la vida de la comunidad, la gran mole acerada parece ser un artefacto que lleva como encomienda la muerte, los niños lo presienten, y lo corroboran al percatarse de que la barca gigante no está sola, a su lado se hallan otras naves con el mismo diseño y esencia mortal.

En ese país, mientras en la capital, la fiesta de varios días está en su culminación, mientras el presidente ha perdido figura, los representantes espetan diatribas contra la servidumbre y frases de acoso ante las féminas, donde el Champagne y las ostras han sido mezcladas con los guisos tradicionales de la hasta hace poco pobre nación; en ese mismo espacio territorial, existen otros lugares, otras personas, otros usos y costumbres, y todos, absolutamente todos, están a segundos de ser aniquilados, no habrá tiempo para demagogia, para falsas promesas, para sainetes teatrales que hacen oda a la democracia, tampoco habrá un segundo más para ese último out que de la victoria al equipo “local”; la flotilla enviada por alguna gran nación, con un pretexto cualquiera, ha ensamblado ya las armas, no importan las opiniones que se comparten en las asambleas mundiales, ni los tratados de paz, ni la experiencia final que regalan las guerras mundiales, la hermandad y sentido humano desaparecen ante el poder del capital.

-       Marco deja ya esos charcos y métete a la casa que te vas a enfermar.


Ante esto un niño abandona los diez barcos de papel construidos y depositados en los lagos e islas que ha formado la lluvia, debido a ello ha quedado sin conclusión la presente historia, rara por cierto, que solo tiene lugar en el mundo de la imaginación infantil; porque en la vida real, los misiles sí son disparados y las pequeñas naciones se aniquilan al por mayor, más nadie conoce su impacto letal, nadie hace caso; porque cada uno de los gobiernos, tienen sus propias formas para disuadir la atención y callar la consciencia de su pueblo, para de esa manera poder seguir jugando, no con barcos de papel, tampoco al criquet, sino con ostras y licor burbujeante, en pro de la celebración del ascenso a los primeros planos del mundo.

martes, 21 de abril de 2015

La vida sin argumentos

Planteaba Unamuno en la parte final de su novela “Don Sandalio Jugador de Ajedrez” el cómo se eligen libros, novelas en el caso que a él le ocupaba, solo por conocer previamente sus argumentos, entonces al leerlas, no era más que por precisamente encontrar en ellas lo que previamente ya esperaba el lector encontrar.

Que tanto aplica lo anterior a la vida cotidiana, en que medida la búsqueda de dicha cotidianidad marca el curso corriente de los días, cuantas ocasiones al iniciar un “nuevo” día, dicha novedad no radica más que en que lo único diferente del día anterior es el nombre con el cual se le denomina.

Deambulaba por las calles de la ciudad con las ideas anteriores en la cabeza, cuando al voltear a la acera izquierda veo a un anciano tendido sobre la hierba de un camellón, justo en el momento en que mi mirada se cruzó con él, sacó una sombrilla y la encajó para con ella amainar el poder del sol, extiende un mantel sobre el pasto y encima coloca una botella de refresco vacía y dentro de ella una flor, que parece ser un tulipán, de colores naranja con toques de amarillo.

Una vez decorada la improvisada estancia se le ve dar un sorbo a una bebida que guarda celosamente en un termo de acero, de un litro de capacidad, mientras degusta el líquido devora a la par y con gran velocidad las páginas de uno de los tres libros que se encuentran depuestos sobre la grama.

Transcurren cerca de siete minutos y el cuadro anterior no presenta cambio alguno, el viejo sobre el pasto, termo en una mano y libro en la otra, soltando uno y otro en distintas ocasiones, el termo para cambiar de página y el libro para beber del néctar; hasta que, en cuestión de segundos la fotografía anterior comienza a modificarse, a la escena se agrega un auto de la policía local, en el cual, después de dar dos rondines, los pasajeros del vehículo se deciden a parar e interrogar al anciano, intercambian algunas palabras, las del viejo pulcras y elaboradas, las de los agentes prolijas y simples; el rictus del hombre de avanzada edad se mantiene sereno mientras el de sus entrevistadores se pone cada vez más colérico, al final, con exceso de fuerza y abusando totalmente de la autoridad, que sin pedírsenos,  el pueblo les ha concedido, es trepado a la parte trasera del vehículo, esposado y despojado de sus objetos personales, los cuales se confiscan como prueba del atentado cometido, quienes presenciamos dicha escena no podemos ser más que mero auditorio, el cerco formado por otras tres patrullas que fueron solicitadas como refuerzos mediante el aparato de radiocomunicación, limita las posibilidades de tomar un rol protagonista.


La patrulla se marcha y el anciano no se ve más, se le llevará frente a los encargados de dictar justicia, es muy probable que sea condenado, los cargos serán cuidadosamente elaborados por los magnates de la burocracia, el discurso será tan ambiguo que en muchas palabras dirán poco, y de lo dicho casi nada será entendible; a final de cuentas nuestro hombre ya ha sido condenado, mucho antes de ser subido a la camioneta policial, condenado por los paseantes, por sus miradas, por los habitantes de las ciudades, por los miembros de la sociedad, condenado por atreverse a vivir distinto, por no pagar en un restaurante cualquiera tres veces más por la misma bebida que en su termo portaba, condenado también por no solo llevar consigo los libros como accesorios, sino por leerlos, y lo que es peor, no solo dar lectura a una parte de ellos en un momento de frenesí intelectual, sino el leerlos completamente, se le condena también por negarse a comprar los textos que se encuentran en las listas de los más vendidos, por no aceptar las desinteresadas sugerencias literarias de los medios de comunicación y elegir con libertad el material al cual ha de dar lectura, y por si lo anterior fuera poco, el peso mayor de su condena está basada en la actitud con la que enfrenta la vida, muy coincidente con ese tal Miguel de Unamuno que al principio del presente escrito rondaba mis pensamientos; porque el anciano, protagonista de la historia que ahora traigo ante ustedes, mi reducido y leal grupo de lectores, es partidario de dejar de lado las sinopsis de los libros, prefiere encontrarse con ellos página a página, sin esperar argumento alguno, saboreando cada letra y gozándola así, como ella se entrega, de manera auténtica;  sobra decir que dicha actitud también la muestra ante la vida, y por todo ello, las fuerzas de la autoridad le han llevado preso, por su propia seguridad, por la nuestra, por la de cada uno de los que en éstos momentos da lectura al presente texto, porque la vida hay que vivirla como marcan los cánones, hay que hacer lo que se “debe” hacer en cada una de sus etapas, ni antes ni después, siguiendo fielmente las indicaciones que nos son dadas al momento de nacer, al igual que la historia resumida que presentan las películas en su contraprotada, y en las cuales ya se sabe lo que sucederá de principio a fin, mucho antes de siquiera poner “play” a la cinta.

martes, 7 de abril de 2015

Encuentro nosocomial

Tres de la mañana, solicitud al área de urgencias, atiende el llamado de manera eficaz y oportuna, victima de un choque por exceso de velocidad su joven paciente ha tenido un encontronazo con un auto que circulaba a moderada velocidad por el carril contrario, dos y tres movimientos después, junto con las indicaciones al equipo que le acompaña en el turno, y finalmente se ha logrado establecer al paciente, su labor ha terminado, la persona en cuestión ha sido referida a otra área.

Recostada sobre el sillón del área de personal desenrolla la envoltura de una tablilla de chocolate, desde pequeña ha mostrado su repudio casi al total de golosinas, siendo solo adepta a la pieza utilizada para elaborar la tradicional bebida mexicana; más de un manotazo y regaño recibió en sus años de infante por su gusto ante dicho insumo, era reprendida también cuando su madre, justo cuando la leche se encontraba a punto de hervor, tomaba con su mano izquierda la tablilla y notaba sus bordes irregulares, seña inequívoca de que la pequeña roedora humana había hecho de las suyas.

En la computadora del área de descanso para personal accede al portal de internet en el cual es posible reproducir vídeos, particularmente busca elementos musicales, las danzas Húngaras de Brahms han estado rondando su mente todo el día, por lo cual ha llegado el momento de traerlas frente a sí, su deleite es tanto que pareciera ver como cada uno de los miembros de la filarmónica ejecutan magistralmente la intervención que les concierne.

A la par de la número 5 (danza) extrae un espresso de la maquina automática que hace las veces de empleado de cafetería de turno nocturno, la ventaja de tomarlo del artefacto es que se ahorrará una serie de interminables cuestionamientos sobre las características y viandas que acompañen su taza con café, la desventaja radica en que el sabor es cinco veces menos intenso y la calidad decae de manera significativa, aún así, y justo por ello, el contar con café en este punto del día, o de la noche, resulta gratificante.

Gota a gota la minúscula taza de cartón va recibiendo en su vacuo cuerpo la ennegrecida savia que desprenden los granos al ser presionados por el vapor, tararea su parte favorita de la pieza que suena en los altavoces del ordenador mientras el procedimiento se completa, casi a la par de concluir la canción, el llenado del recipiente ha sido completado también.

Tres con treinta y nueve minutos, el led de color carmín encendido en lo que respecta a las A.M., de un sorbo toma el café y siente como éste baña su ser interno, la música de la Orquesta de Viena se mezcla ahora con el altavoz del Hospital, en el cual desde hace varios segundos su Apellido es repetido, acompañado de la solicitud de su presencia en el área de Urgencias, justo en el momento en que se dispone a salir, atendiendo el llamado emitido por el altavoz, una compañera la intercepta, le da detalles del caso, se trata de una mujer, de entre veinte y treinta años de edad, causa de ingesta de sustancias medicamentosas ha caído en un estado critico, motivada por un conflicto no muy definido hasta ahora, ha ingerido las tabletas buscando poner fin a su vida.

Transcurridos algunos momentos, con una serie de acciones emprendidas por un gran número del personal en turno, con vaivenes de jeringas, aparatos, llantos y oraciones de familiares, después de una serie de intentos sobrehumanos, la mujer que yace en la cama hospitalaria ha logrado su cometido, su cuerpo ha dejado el plano de la vida sobre el tercer planeta del sistema solar.

El equipo se retira, salvo aquellos que han de dar la notificación  definitiva a los familiares y los responsables de brindar el acompañamiento implicado, después de asignar las tareas respectivas, ella también desaparece del área de emergencias.


Piensa en las posibilidades, en los escenarios alternativos, en los encuentros que solo se pueden dar ya en el plano de la imaginación; tal vez en un cuadro típico, pudiera ser sentadas en la banca de un parque cualquiera, al cobijo de la sombra de algún árbol, mientras esperan la llegada del transporte público que habría de llevarlas a cada una hacia su destino, ella le sonreiría tímidamente, se acercaría de manera cautelosa; respetaría el encuentro que se da entre el libro que descansa sobre sus manos y al cual da lectura, solo hasta que hiciera una pausa le dirigiría la palabra, le saludaría, intercambiaría dos o tres frases sin mucho sentido, y al final le compartiría la mitad de una tablilla de chocolate, la misma que en estos momentos muerde hasta acabar con ella, sentada en el rincón de un hospital despierto, mientras el resto de la ciudad parece aún estar dormida.

martes, 10 de marzo de 2015

Auditoria del diario vivir

Un día pesado para Fausto, y eso que apenas se plasman sobre el papel las primeras notas que han de matizar el, al parecer, eterno Réquiem que ha de ser su jornada.

Llegaron  los resultados de la auditoria del negocio que hace algunos años emprendió junto con un amigo, el dictamen final indica multa a pagar de varios cientos miles de pesos, dinero con el cual en éstos momentos ni siquiera se puede permitir soñar; lejanos parecen los días en los cuales viajaba sobre la camioneta doble cabina de modelo reciente, hoy, sentado sobre un espacio de asiento trasero del transporte público; evoca dichas imágenes, mientras en los altavoces que dan música no solo al chófer, sino al pasaje entero, suena la nueva canción de un grupo que en su nombre honra tanto a felinos como a puntos cardinales.

Recarga su mejilla a la ventana, parece mirar y al mismo tiempo no hacerlo, lo primero que ve sin ver es un grupo de comerciantes que sobre el costado de la carretera dan acomodo a grandes cantidades de fruta, mamey y guanábana específicamente, evoca su lunes, aquel que tenía lugar en semanas anteriores a la que actualmente vive, recuerda que en ellos gustaba de saborear en pie alguno de aquellos frutos, le era placentero también arribar a la construcción cargado con una bolsa del fruto que previamente había evaluado personalmente y repartirlo con sus compañeros de trabajo.

Hoy no es más aquellos días, no es más él, aunque el más dulce de los hijos de la tierra y de los árboles se le entregará solamente a él, en nada cambiaría ese sabor a podrido que llena no solo su boca, lo hace también con su cuerpo, cabría decir incluso que su alma, más Fausto se ha declarado ateo desde años atrás, y ello resultaría un tanto paradójico y sobre todo, para aquellos que le conocen, se leería como algo poco creíble.

Junto a la putrefacción rondan también imágenes de números, de facturas, de cheques firmados para cerrar negocios en el bar de costumbre, de un amigo que sin más desapareció, y al final la imagen de un Fausto que es colgado en la plaza pública de un pueblo Francés, como en las películas, no ha sido ejecutado por la acusación de fraude que cree pesaba sobre de el, el veredicto de la corte ha sido certero: pena de muerte a causa de la imbecilidad, manifestada al entablar acuerdos con su antiguo socio.

Los hologramas que se trasponen uno tras otro en el interior de su cabeza poco a poco dejan de hacerlo, ha bajado del autobús y se enfila hacía el tejado donde actualmente ejecuta las tareas correspondientes a la semana laboral, emite parcos saludos a tres de sus camaradas y al resto prefiere ignorarlos.

Martillo en mano derecha y trozo de madera en la izquierda, clavos en la boca; una y otra vez ejecuta el movimiento que deja fijo el fragmento de cedro con incrustación de caoba, y entre ese vaivén de martillazos y pequeños pasos en el reducido espacio con el que cuenta, repentinamente surge una descoordinación y en un fragmento de segundos que parecía eterno va a dar al suelo, en el viaje entre el tejado y el piso pasan por su mente una serie de recuerdos, los típicos, acerca de su infancia, juventud, familia actual, deseos no cumplidos y los sueños que jamás pudo realizar, casi cuando toca el suelo llega el recuerdo del conflicto financiero, al saberse muerto en unos cuantos milisegundos emite una sonrisa, “que se joda el fisco y mi puto socio”, sus últimas palabras.

Todos los empleados que laboran en la construcción han formado un corro, en el centro yace el cuerpo de Fausto, quien en apariencia luce en calma y en paz, los minutos pasan y al fin llega el médico de la empresa, corrobora que existen signos vitales, quizá haya fracturas y raspaduras, más es garantía que la vida no se encuentra en riesgo, mas allá del diario riesgo de ser humanos.

Fausto despierta en la cama de un hospital, la podredumbre que habita en su ser desplaza al dolor que dicen debería sentir, no importan los medicamentos, ni las revisiones, ni las varias personas que le hacen visita, sabe que su vida para nada se parece a la de las telenovelas o películas que se transmiten en el televisor que se encuentra frente a su recamara hospitalaria, en las películas y hasta en las telenovelas el personaje principal termina muriendo, la viuda e hijos cobran un misterioso y nunca antes sacado a la luz seguro de vida, las caídas terminan en muertes sentidas del personaje principal;.


Fausto se sabe uno más, quien ha de ser para considerarse como protagonista de alguna historia alguna vez, ni siquiera puede soñar con ello, su vida no terminará con eso que los sabios de los libretos llaman cliché, el no murió, no hay luz al final del túnel, ni un cielo desde el cual se mantiene al tanto de cómo anda la vida de los suyos; hay días ordinarios, firma de papeles y al final un alta hospitalaria, una reinserción a su cotidiana vida, viajes en autobús, vendedores de fruta en las aceras y sobre todo, ese hedor a deuda y cárcel que parece jamás desaparecerá.

martes, 3 de febrero de 2015

Al cobijo del Banco Nacionalista

Dos de la mañana, la mayoría de las melodías de las calles guardan ya silencio, el que sea un día miércoles influye en que el bullicio urbano se encuentre al mínimo, esquina de Avenida Azul y Calle Noruega, sentado sobre la acera del Banco Nacionalista se encuentra Dámaso, extrae de su mochila una jaba de madera y la coloca en el sitio adecuado para que ésta haga las veces de mesa-comedor, cubre el rustico e improvisado mueble con un mantel de un amarillo intenso, al centro deposita una botella de Chianti cosecha 2007, extrae también de su morral un par de copas de cristal de moderada calidad, junto a ellas agrega un par de platos color turquesa sobre los que sirve Caponata, un poco más de una cucharada y un tanto menos que dos, cantidad justa para que funja de antipasti; en un anafre colocado a su costado derecho reposa una cazuela honda de aluminio en la cual el agua se encuentra a punto de hervor, en tres minutos más habrá de agregar dos raciones de pasta tipo Fusilli, la dejará nadar en las candentes aguas por catorce minutos y la retirará cuando dicho lapso de tiempo haya sido consumido, no antes y tampoco después, sino justo al culminar el segundo 840.

Dámaso es partidario de vestir con aspecto relajado, entre su guardarropa predominan las prendas informales, si acaso alguna casual y contados atavíos con tintes de formalidad, el presente día se ha inclinado por dicho estilo, traje de pana color olivo lo cubre en la capa externa, al interior se aprecia camisa blanca con líneas sutiles en sentido vertical, ha optado por tirantes en lugar de cinturón, y en su cuello luce una agradable pajarita color ocre con toques tornasolados, completa el atuendo con zapatos color miel.

Parece ser que su amada Clara ha sufrido algún percance, solo a ello atribuye la demora, si bien está solo es de ocho minutos, resulta atípica en una mujer que es sinónimo de puntualidad, marcando ritmo sobre el suelo con una serie de golpes de zapato parece ser que el tiempo transcurre con menos densidad, le agrega al cuadro toques de Jazz que suena en la radio portátil que encendió hace dos minutos, justo en la parte media de Zacherly, cuando movía rítmicamente cabeza y hombros, es que percibe a pocos metros la figura de su amada.

La toma de la mano y coloca gentil saludo en ella, un pequeño beso en las falanges y un abrazo con la fuerza necesaria para decir “soy feliz de que te encuentres aquí”, acto seguido coloca un banco de madera para que ella tome asiento, posteriormente él hace lo mismo. Descorcha el Chianti y llena las copas, el sonido que hacen los cristales al besarse asemeja al canto de esos seres alados que según las pinturas Renacentistas se dice se encuentran en el cielo, degustan el magnífico platillo que ha sido servido como entrada y enseguida reciben el cuerpo caliente de los fragmentos de pasta con cuerpo de forma espiral y entrelazada, Dámaso toma de la bolsa izquierda de su saco un frasco de vidrio en el cual guarda Pesto, baña con la balsámica mezcla el contenido de ambos platos e inmediatamente un sublime aroma se hace presente, como si de un reflejo se tratase los dos dan un suspiro y saborean con su nariz la presencia de la albahaca y los toques de aceite de oliva, junto a dos o tres elementos más.

Beben la segunda copa y se ponen al día, aunque ha pasado solo una semana desde la ocasión más reciente en que se encontraron, realmente los detalles parecen no terminar, así que el tiempo se esfuma más que pasar volando.


Cinco de la mañana, el ritmo y volumen de la música urbana se intensifican, aunque ninguno de los dos lo desea, saben que es momento de despedirse, él planta un beso sobre su frente y enseguida repite la acción sobre su boca, ella lo abraza y le sonríe, poco a poco se aleja y va diciendo adiós con su mano, él le grita y ella cesa su andar, él pregunta sobre las razones de porque solo cada miércoles puede darse el encuentro, ella explica que así son las reglas, el asiente con gesto triste, ella le da un beso más mientras que él saca del bolso derecho un botón de tulipán, ella lo coloca entre sus manos y captura el aroma tan puro de la flor, él la besa una vez más y ella libera un par de lagrimas, el debe retornar a la rutina diaria de lo que llaman vida y ella ha de hacer lo propio en lo que han dado por denominar muerte.

martes, 27 de enero de 2015

Atajo hacia la Luz

POR FIN LOGRÓ terminar la tesis que en pocos meses le habrá de otorgar un titulo de Educación Superior, recoge sus cuadernos y copias de libros, guarda todo en una memoria USB y enseguida apaga la computadora.

Observa detenidamente los estantes de la biblioteca especializada en Administración, aquella que fue su casa durante los tres últimos meses, sabe que la computadora del rincón carece de unidad funcional de CD, que a las cinco de la tarde de los viernes acude un grupo para intercambiar respuestas y exámenes en blanco, conoce a las tres parejas en gestación que usan el escenario académico para camuflar sus intenciones amorosas.

Desciende a la planta baja y se despide formalmente de Mario, uno de los tres guardias que se ha vuelto parte de su mundo Tesístico, deja saludos para la esposa y un par de dulces para el pequeño de cuatro años que en ocasiones pasa a dejar alimento a su padre junto con su progenitora.

Incrédula descansa sobre las bancas de la explanada de la Facultad, no puede en verdad asimilar aún que la monstruosa construcción de 120 páginas haya sido concluida, una serie de páginas que una tras otra se convierten en peldaños de una escalera que la acerca al tan ansiado Título profesional.

Frente a la banca donde se encuentra sentada  se ubica el café en el cual solía recargar batería, si la jornada habría de ser breve bastaba con el americano, cuando se ponía un tanto romántica e idealista al construir marco teórico venía bien el cappuccino, el espresso fue el compañero de las últimas jornadas, lo justo para analizar resultados y sentar las bases de la discusión, inició con un sencillo y los últimos nueve días lo consumió doble; el día de hoy, para celebrar decide cerrar con un mocha.

Ha tomado a préstamo Madame Bovary de su amado Flauvert, esperando solamente los trámites respectivos ante la Secretaría de Educación y dominando totalmente su Documento de Grado, se sabe merecedora de dosis de literatura, ya no para construir justificación alguna o asentar datos en algún tipo de marco, sino por el mero gusto de gozar con letras.

Transcurre más tiempo del pensado, el hiperrealismo del Francés realmente la atrapó, paga 50 pesos y no espera por el cambio, tanto por ahorrar tiempos como por despedirse con generosa propina de aquellas que avivaron su deseo y calentaron su alma en los meses pasados.

Rápidamente atravesó el campus y sólo le tomó seis minutos trasladarse hasta la parada del transporte urbano, voltea una y otra vez hacia la avenida y no hay rastros del vehículo, alterna las miradas al vacío con vistazos veloces a la caratula de su reloj; los minutos transcurren y sabe que es momento de tomar una decisión, sabedora de que aún pasadas las diez de la noche es posible encontrar transporte en el cruce cercano de las dos avenidas, no le toma más que trece minutos si apresura el paso: avanzar dos cuadras, cruzar la primera calle, vuelta a la izquierda y atravesar el parque de la Luz, cincuenta metros más de caminata y habrá llegado a las citadas avenidas, donde la ruta nocturna cesa labores alrededor de las once de la noche, las manecillas de su reloj marcan diez con catorce, así que el plan no es para nada descabellado.

SIRVE UN VASO con leche y se come dos piezas de pan dulce, mienta madres a sus entrevistadores mientras repite una y otra vez que lo intentó, cuenta los detalles de cada una de las oficinas de empresas de la iniciativa privada y de instituciones gubernamentales que lo rechazaron, los argumentos y excusas fueron tan variados y diversos, más finalmente todos redundan en un NO, “Te juro viejita que lo intenté” repite una y otra vez mientras su rostro pasa del llanto a expresión de enojo.


Su madre sigue mirándolo más el no la quiere ver directamente, cierra la puerta de un golpe y sale capucha en mano, pistola entre las ropas, “un poco de justicia para el mundo” se dice mientras se vuelve uno con las sombras de los árboles del parque de la Luz.

miércoles, 21 de enero de 2015

Abuelas color cereza

Teje una bufanda más para sus nietos, sentada sobre la mecedora de mimbre, un ovillo de hilo azul turquesa se vuelve cada vez más pequeño, mientras la prenda va tomando forma y tamaño.

“La loca del 23” suelen llamarle el resto de los habitantes del complejo departamental, mencionan que pasa las horas pegada a la ventana, esperando que algún vecino asome la cabeza para bañarla con orín, mismo que dicen, recolecta durante las noches en la vieja bacinica de porcelana; le acusan también de ser metiche, molestos ante las diarias preguntas y cuidados excesivos a gentes que no guardan vinculo con ella: “Señorita recuerde llevar en su bolso dos manzanas”, Joven por favor deje el cigarro, verá como su cuerpo se lo agradece”, “Si de verdad ama a su esposo no haga cosas buenas que parezcan malas”, “ha llegado muy tarde y muy borracho muchachito”.

Por las mañanas se le ve viajar más de cinco kilómetros para acercarse al lugar donde aún consigue lo que gusta en llamar “leche de verdad”, odia esos líquidos acuosos con solo un toque de néctar vacuno camuflado entre tantas moléculas de hidrógeno y oxígeno, es fanática también de producir  sus propias verduras, en la terraza del edificio cuenta con un espacio en el cual se pueden ver tomates, lechugas, pepinos y hasta unas cuantas zanahorias, las cosechas pintan siempre para ser excelentes, más el paso del tiempo y las acciones destructivas desprendidas del odio de sus compañeros de edificio suelen mermar significativamente lo recogido al final, aún así le resulta suficiente, sino para alimentar la barriga, por lo menos sí para hacer lo propio con el alma, sabiéndose aún útil, dadora de vida.

Los niños la saludan de frente diciéndole señora, a sus espaldas le tildan con el mote de la “puerca”, argumentando que el aroma que desprende al caminar es similar al que caracteriza a los cerdos cuando estos habitan su corral, rodeados de desperdicios; ella imagina o tal vez sabe sobre dicho apelativo, más prefiere evitar el contacto con su triste realidad, por más esfuerzos que hace sabe que el esfínter termina siempre vencido, sabe que no hay cantidad suficiente de pañal de adulto, limpiadores, suavizantes y perfumes que logren hacer desaparecer el olor a mierda que se ha impregnado ya desde hace algunos años a sus carnes, aunque el resto de los vecinos, incluyendo a los ingenuos niños, duden de su higiene personal, ella sabe lo que implica y lo vive en sus marchitas pieles cada mañana, cuando el agua helada baña su cuerpo, buscando con ello que al igual que los comentarios el hedor desaparezca, o por lo menos disminuya.

Tres de la tarde marca el reloj de su sala, momento justo de encender el televisor, aunque sabe que es pura falsedad mantiene su atención en la telenovela, cuando aparece un personaje de su agrado hace un cambio de roles, la del televisor pasa a su sillón y ella se ve viviendo aventuras en distintas partes del país, algunas incluso tienen lugar en otras partes del mundo, besa a un galán, de la nada se vuelve adinerada, cumple el más complicado de los sueños, y así, hasta que llega el corte comercial, con el cual vuelve a su asiento y la actriz retorna a la pantalla. Durante los sesenta minutos que transcurre la historia las paredes y puertas de su departamento reciben constantes golpes, sea con el puño, con los pies, palos de escoba y objetos similares, sus vecinos no soportan el ruido que logra introducirse hasta sus casas, “otra vez la loca del 23 y sus putas telenovelas”, dice la del 21 mientras se mantiene atenta a la solución mágica que tendrá lugar en dos minutos en el Reality Show, “como le encanta ver esa bola de mentiras” espeta el del 25 mientras bebe su cognac y mantiene su atención puesta en lo que dicen los noticieros sobre las tropas salvadoras que han arribado a un belicoso país para ponerle fin a su voraz deseo de dominar al mundo. Entre sus propios intereses, tanto del televisor, como de su vida cotidiana, olvidan que la mujer que habita el 23 ha perdido gran parte de su capacidad auditiva, y que no es por joderles la vida que sube al máximo el volumen del televisor, sino porque así por lo menos alcanza a oír un poco de lo que desea escuchar.


Once de la noche, gran parte del edificio se prepara ya para dormir, en el 23 hay luces encendidas; transcurre media hora y parece ser la única habitante del edificio que permanece aún despierta, se le ve sentada sobre su mecedora de mimbre, con un gran ovillo al lado, inicia a tejer una bufanda color cereza, el tono favorito de su nieta.

martes, 13 de enero de 2015

Futuro sobre ruedas

Martín despierta en punto de las cuatro de la mañana, recoge los tres huevos que la gallina esconde bajo sus faldas posada sobre el nido, acto seguido libera el líquido que ha mantenido prisionero en su vejiga durante más de siete horas, emite un suspiro de satisfacción, sube el cierre al mismo momento que contempla los miles de puntos brillantes estampados sobre el cielo.

Mientras, en la casa, las luces han sido encendidas, Ramona, su esposa, ha puesto a calentar el pozole que preparó el día anterior, se encuentra también a punto de ebullición la canela, en la cual el café ha de ser disuelto.

En punto de las cuatro con treinta y ocho la pareja ha culminado con el almuerzo, se sientan sobre un pretil construido con bloques apilados y escuchan la Radionovela mientras reposan los alimentos.

El corte informativo anuncia que son las seis de la mañana, momento justo para despertar a Martincito; después de varios intentos, Ramona logra su cometido, el hijo único frota los ojos y esboza una amodorrada sonrisa, gesto característico de los hijos de siete años de edad.

Martincito moja en repetidas ocasiones su rostro y se acomoda el cabello, lo que para algunos es pijama y para otros traje de día, representa para el niño uno de los cuatro “cambios” con los que cuenta, por tanto no hay distinción habitual entre lo que viste durante la jornada en vigilia con lo que lo envuelve al llegar la noche y entregarse al sueño.

Sentado a la mesa al lado de su padre, quien toma su segunda taza de café, se encarga de dar fin a tres tacos de frijoles y un par de huevos estrellados, los mismos que fueron recogidos durante la madrugada.

Ya con la presencia del sol entre el cielo, se ve como una bicicleta se abre paso por las calles del cada vez más grande pueblo; montado en el lomo de metal y cuero Martín pedalea afanosamente para movilizar sus carnes, así como el peso agregado por la presencia de una cubeta que cuelga en la parte delantera, la cual guarda en su interior distintos utensilios de trabajo, a ello se agregan los trece kilos que representan el peso de su crío, el cual viaja sentado sobre la parrilla colocada en la parte trasera del vehículo.


 El origen del viaje lo conocemos todos, ha sido descrito con algunos detalles en párrafos anteriores, el destino, en el sentido inmediato y literal: la escuela de la ciudad; en un futuro y desde el corazón de sus padres: una exitosa trayectoria académica, con la cual vengan mejores condiciones de vida; no las esperan los padres para ellos, sino para el pequeño Martin, el cual, despide a su padre con un beso y enseguida  se adentra al edificio de su escuela primaria; mientras, su padre pedalea nuevamente, en pocos minutos se dispondrá a cortar algunos arbustos, podar árboles y hacer lo necesario para conservar la belleza de las flores de alguno de los jardines de alguna de las casas de la “zona rica” de la ciudad.

martes, 6 de enero de 2015

El hijo universitario

Un día sin más decidió dejar de comer cualquier tipo de carne, debido a que la consciencia sobre la vida de los animales le pesaba cada día más, apartó piernas, lomos y pancita, en su lugar el menú se componía por legumbres, granos y ensaladas; los del pueblo lo tachaban de “puto” y de seguidor de modas “pendejas”, “déjalo Santiago, algún día el Rodolfo se va a dejar de mamadas y volverá a comer como la gente”, escuchaba continuamente el padre en las tardes del dominó.

El tiempo pasó y Rodolfo siguió firme en su decisión, aquella que desde hace meses mantenía su estomago en paz y su alma con tranquilidad, del pueblo se le veía salir antes de la aparición del sol, pedaleaba cerca de diez kilómetros para tomar lugar en la preparatoria de la cabecera municipal, en los recesos sacaba del morral la torta de queso, frijoles o huevo, mientras sus compañeros pedían a la señora de la cocina una segunda ración de Carne con chile, el platillo que continuamente se servía en el comedor de la preparatoria, otorgado por el sistema de desarrollo Social, el cual enviaba presupuesto desde la capital del país.

Los tres años pasaron con rapidez y Rodolfo inició una carrera Universitaria, su traslado no era más en bicicleta, sino que se movilizaba al Estado vecino partiendo de la Central Camionera ubicada en el municipio donde años atrás acudía a completar su bachillerato, regresaba al pueblo solo en la temporada vacacional, cerca de los días santos o en los periodos del Verano, los fines de semana los ocupaba en ayudar al conserje de la Universidad en la limpieza completa del plantel, con ello pagaba la “renta” del cuarto donde se le permitía habitar, así como la comida que se le brindaba, incluso hasta tres veces por día.

El día de su graduación los aplausos recibidos fueron solo los de los compañeros, quienes de ésta manera reconocían su esfuerzo y dedicación, si bien no era un alumno brillante, se destacaba del promedio y el futuro lucía moderadamente esperanzador, el resto de los integrantes de la generación fueron ovacionados no solo por quienes a lo largo de cuatro años compartieron el aula, sino por hermanos, padres y hasta primos de primero y segundo grado; Rodolfo no tuvo la oportunidad de reunir dinero para costear el viaje de sus padres, ellos a la vez no pudieron prescindir del dinero que diariamente ingresaban, el ahorro si bien era un deseo y objetivo cotidiano en el plano mental de todos los miembros de la familia, en la realidad definitivamente se tornaba en utopía.

Las visitas del hijo Licenciado se hicieron frecuentes, cada fin de semana desayunaba en casa de sus padres, seguía fiel a su costumbre de no incluir carne en ninguna de sus tres comidas, sus padres, sea por la distancia que de lunes a viernes los separaba o por el gusto de tenerlo de vuelta no hacían más señalamientos a la costumbre mostrada, e incluso disminuían el consumo de chicharrones, filetes, costillas y hasta pollo durante los fines de semana; momentos después de que lo despedían a media tarde del domingo, sus tres hermanas y sus padres, tomaban camino hacia la Cenaduría de Martha, y en ella hincaban el diente a sendos platos de Pozole, todos ellos con pata y si bien les iba, trompa incluida.

Un martes de abril se vio a Rodolfo bajar de la camioneta del carpintero del pueblo, no era semana santa ni día festivo, así que los padres se angustiaron al verlo acercarse, lo que en un principio lucía como delirante alucinación, conforme se acercaba se configuraba como una imagen real. El hijo Licenciado estaba en un día no programado en el pueblo, según contaba él, para quedarse definitivamente.

Tomó el café con canela en su jarro de barro mientras narraba los pormenores de su desdichada aventura en las altas cumbres de la ciudad, concluía su relato explicando que por no haberse prestado a una “tranza” donde estaba inmiscuido el más prestigiado Contador del Estado y tres funcionarios públicos su carrera había sido sepultada, notificación que le hicieron los “trajeados” al despedirlo; incrédulo sobre lo advertido tocó puertas en varios despachos de la Capital y pueblos aledaños, en todos el mismo resultado, si bien lograba instalarse, a las pocas semanas se le recortaba sin explicación precisa, no pudiendo sobrellevar el vaivén de los hechos fue que opto por regresar al terruño.

Han pasado tres semanas desde aquel martes atípico en el cual el hijo Licenciado ha vuelto al pueblo, sigue fiel a su convicción de evitar la carne, considera ser una de las pocas decisiones que puede ejercer con libertad, de aquellas que el Sistema no le ha podido arrebatar, por lo menos en lo que concierne en relacionarse con ella como producto alimenticio que ingrese a su organismo, quisiera desterrar eternamente de su existencia el encuentro con los cadáveres de animales aceptados por los humanos como alimentos, sin embargo seis de los siete días de la semana mantiene una relación estrecha con ellos, ya que es el brazo derecho de su padre, quien es el propietario de la carnicería del pueblo.


¿Sino es aquí, donde más habría logrado colocarse a trabajar después de lo acontecido?, sabe que cada animal que destaza se convierte en un aliado que ha dado su vida para que el sobreviva, aunque gran parte de los días siga dudando de que ésto último valga la pena.