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miércoles, 5 de noviembre de 2014

El jefe del asfalto

Marta queda de verse en la esquina de la escuela con Sandro, han planeado cada detalle de la aventura desde hace siete semanas.

Ella inicia el día de la manera habitual para evitar despertar sospechas a su madre, levanta de la cama a cada uno de sus hermanos y les prepara el desayuno, el menú del día no cambia mucho con respecto a lo que cotidianamente se sirve en la mesa del departamento nueve del tercer piso del edificio D; sobre los tres platos se aprecian trozos de jamón muy bien camuflados entre grandes cantidades de huevo, al lado de la mezcla se colocan frijoles machacados, el platillo se completa con tortillas, para lograr que los alimentos se desplacen de mejor manera por la tráquea, vendrá bien una taza de canela, la cual a la vez servirá para amainar los 8 grados que se meten hasta el rincón más apartado de la habitación; pese a ser mediados de otoño, el invierno no se percibe ya tan lejano.

El desayuno de Marta es menos vasto que el de sus tres hermanos, mientras ellos hacen la limpieza de sus dientes y completan el arreglo personal, ella engulle rápidamente un emparedado, con jamón al centro y tres rebanadas de queso, un poco de crema y una enorme laguna de salsa de tomate.

Da las instrucciones de cada mañana a su hermana de 11 años, hace énfasis en evitar desviaciones y atajos al dirigirse a la escuela, a la vez recalca lo importante de mantenerse unidos por las manos, besa las mejillas de sus consanguíneos y salen todos juntos a la calle; después de dar la tercera vuelta al cerrojo entrega su llave a quien le sigue en orden descendente en la estructura familiar, avisa que realizará tarea en equipo, por lo cual será responsabilidad de Clara el resguardar y alimentar a sus hermanos hasta la llegada de mamá a casa.

Durante el trayecto hacia la colonia donde se ubica la preparatoria, Marta tiene bastante tiempo para detallar en su mente cada uno de los puntos del plan trazado, revisa el interior de su mochila, cada una de las cosas solicitadas por Sandro se encuentran en perfecta posición, misma que han tomada prestada de los libros y cuadernos que comúnmente la ocupan.

Lo más difícil de conseguir ha sido la botella de vino tinto, sin embargo se las ha ingeniado para cumplir su parte de la misión, Sandro ha guardado casi cada peso de lo que ganó desde que concibieron el plan que ya se ejecuta en el presente día, por dicha razón, Marta no podría hacer menos que esforzarse al máximo para evitar apuros extras a su novio.

Ese día su chico pidió permiso en el trabajo, avisó a sus dos compañeros y a su jefe que atendería un asunto en extremo urgente, dicho anuncio lo realizó cuatro días antes, aumentando con ello las posibilidades de que la licencia fuera otorgada, misma que al final fue concedida sin mayor complicación, salvo el cumplimiento de la petición que semanas antes había expresado el dueño del negocio, la cual consistía en terminar el detallado del rotulo de unas bardas que habrían de promocionar un evento gubernamental que tendría lugar a finales del mes.

La pareja se encuentra al fin, se saludan con un beso que dura cuatro vidas, la quinta la guardan para dar continuidad al proyecto trazado; él ha conseguido que el amado bocho le fuera facilitado por su hermano, claro que para ello tuvo que realizar una serie de tareas que no tiene sentido detallar en ésta parte de la historia; el auto, pintado de un amarillo deportivo y con sus toques de fuego en las puertas y el cofre parece señalar con el rugir de su motor que se encuentra listo para la travesía.

Toman carretera, será la primera vez que Marta y Sandro vean el mar, sobre la arena de la playa culminaran el acto amatorio, señalan que también en dicho menester carecen de experiencias previas.

Durante el camino intercambian palabras, besos y caricias; parece ser que tantos toques de caramelo nublaron su atención y razonamiento, como consecuencia a ello omitieron las señales que lanzaba el escarabajo, primero de manera ocasional y después con mayor frecuencia e intensidad, a la par que el motor emitía un quejido, los jóvenes parecían estar cada vez más cerca de lanzar algún sonido gutural, producto de las caricias que a cada segundo subían de tono, mismas que detenían por entreverse una curva, un auto vecino de carril o por el vibrar constante del celular de alguno de ellos.

A falta de 23 kilómetros para arribar al destino señalado en el mapa de la aplicación del teléfono móvil, fue que el auto en definitiva se negó a seguirlos, los intentos por identificar la falla o hacerlo funcionar fueron inútiles.

Parados sobre un campo ya cosechado y a la espera de asistencia vial es que Sandro propone a Marta que el mutuo desfloramiento tenga lugar a espaldas de la bodega donde parecen haber sido guardados los frutos del presente temporal que el campo ha regalado; a Marta la propuesta le parece carente de romanticismo, no era solo el capítulo correspondiente al encuentro corpóreo lo que motivó la fuga que tuvo lugar entre Matemáticas y Geografía, sino todo el guion que juntos habían escrito hace cuarenta y nueve días.

Sandro pierde el control, intenta tomar mediante el uso de los músculos lo que con el corazón no consiguió, Marta le propina una senda bofetada en la mejilla izquierda y se aleja llorando del lugar.

Durante su caminata más de seis conductores disminuyen la velocidad al pasar junto a ella, le propinan miradas que le incomodan y a la vez verbalizan frases que prefiere no entender del todo, finalmente estalla en llanto y completa el episodio dando una tremenda carrera, cuando al fin se cansa toma asiento sobre una roca.

Lleva más de media hora sobre su improvisado asiento, justo en ese momento un tráiler de color celeste se frena, del vehículo desciende una figura ataviada con vaqueros, botas de invierno y camisa a cuadros, sombrero de copa sobre la cabeza. Le busca los rasgos tradicionales de trailero al personaje y se da cuenta que no están presentes, en lugar de un tosco rostro se encuentra frente a un cutis más que perfecto, los anteojos típicos de los viajeros están ausentes, en su lugar se topa con unos ojos perfectamente delineados, sobre los labios no hay un espeso bigote, tampoco barba en las mejillas, en lugar de ello identifica un toque de labial y un contorno de la boca excelsamente delineado; no se trata de un macho que doma con fiereza al gigante de la carretera, sino de una mujer que con su estética y suave apariencia logra un control aún mayor sobre la gran máquina, con todo y su dos semi-remolques incluidos.

- ¿A dónde vas y porque vistes de colegiala?-preguntó la conductora.

- Es una larga historia y de plano carezco de ánimos para contarte siquiera el inicio-respondió Marta con cara de enfado.

- No importa que no hables, prefiero viajar en silencio.

- ¿A dónde vas y por qué te paraste justo frente a mi  placida morada?-añadió Marta con un dejo de sarcasmo.


- ¡A que muchacha!, que pronto olvidas a tu padre.

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