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martes, 9 de septiembre de 2014

Una agenda llena de actividades

Inicia su día en punto de las seis de la mañana, los recuerdos de lo soñado siguen endulzando la consciencia, la cual aún no se conecta en totalidad con el nuevo capitulo que ha de escribirse en sus quince horas de vida, es decir, en aquellas en que se mantendrá despierto, ya que, alrededor de las nueve de la noche, cederá nuevamente a los influjos de la dimensión onírica, dicen algunos que dicho estado es muy parecido a la muerte.

En un día “normal” de su vida sería el primero en dirigirse al comedor, se caracteriza por un gran apetito, suele negociar servicios por una ración extra de comida, es muy hábil en lo que se refiere a la reparación de aparatos eléctricos, el que muchas de las radiograbadoras del centro sigan inundando el clima con esta miscelánea de fusiones musicales, noticiarios, radionovelas y un sinfín de comerciales, es gracias a sus capacidades.

Después de alimentarse gusta de hacer digestión sentado sobre una cubeta, recarga la espalda sobre la pared y se entrega cerca de cincuenta minutos a la lectura, le agradan las novelas de aventuras, con poco texto y muchas ilustraciones, en especial las de espías de alto rango, inteligentes, que desactivan la seguridad de lugares insospechados, para escribir hazañas que luego son llevadas ante sus ojos y con las cuales se deleita su imaginación.

Después del ritual de la lectura habrá que dedicar algunas horas al trabajo, los cacharros sin vida son resucitados por sus diestras manos, las cuales siguen indicaciones de su siempre ágil mente; la televisión que minutos antes solo presentaba una oscura pantalla, se llena ahora de imágenes provenientes del centro del país, justo antes de ser desconectada y entregada al cliente que ha llegado puntual por ella, algún jugador de cualquier equipo del mundo y de un deporte que poco importa detallar, estaba por lograr una increíble hazaña. Le siguen dos o tres escenas similares, él trabajando, los artefactos sanando y los dueños felices pasando recibiéndolos, él entregando, y ellos pagando, satisfechos ambos con lo ejecutado.

Le sigue un baño relámpago, refresca su cuerpo para que las ideas hagan lo propio, se ha ganado a pulso el derecho a jugar por dos horas, gusta de la actividad física, si hay oportunidad participará en algunas “retas” de frontón, fútbol o basquetbol, no se caracteriza por ser figura, más bien es parte de la media, en lo que a la habilidad deportiva se refiere.

Después del deporte viene la comida, un café en la lonchería, bebida gaseosa para acompañar la telenovela; culminando está habrá que regresar a los aposentos.

Todo esto en un día normal, más hoy la normalidad ha sido alterada, Javier no desea siquiera salir de su celda, no habrá un vasto desayuno, ni aparatos que vuelvan a inundar de música los patios del Reclusorio, ni televisores que son disfrutados por población privilegiada en alguna celda, el frontón ni siquiera será una opción, tampoco le motiva en un mínimo grado lanzarse como portero ante un tiro penal.

Que el café y la soda sean bebidos por otros, que los espías de alto rangos hoy no tengan testigos de sus hazañas, que el beso de amor eterno de la telenovela de las seis sea ignorado; este día Javier solo quiere quedarse sentado sobre su cubeta, con su espalda recargada en la pared, mirando por siempre el horizonte, deseando que pronto termine la jornada, y que la lagrima que se escurre por sus ojos sea la única que brote.

Hoy no es un día normal: es cumpleaños de su pequeña. 

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