Inicia
su día en punto de las seis de la mañana, los recuerdos de lo soñado siguen
endulzando la consciencia, la cual aún no se conecta en totalidad con el nuevo
capitulo que ha de escribirse en sus quince horas de vida, es decir, en
aquellas en que se mantendrá despierto, ya que, alrededor de las nueve de la
noche, cederá nuevamente a los influjos de la dimensión onírica, dicen algunos
que dicho estado es muy parecido a la muerte.
En
un día “normal” de su vida sería el primero en dirigirse al comedor, se
caracteriza por un gran apetito, suele negociar servicios por una ración extra
de comida, es muy hábil en lo que se refiere a la reparación de aparatos eléctricos,
el que muchas de las radiograbadoras del centro sigan inundando el clima con
esta miscelánea de fusiones musicales, noticiarios, radionovelas y un sinfín de
comerciales, es gracias a sus capacidades.
Después
de alimentarse gusta de hacer digestión sentado sobre una cubeta, recarga la
espalda sobre la pared y se entrega cerca de cincuenta minutos a la lectura, le
agradan las novelas de aventuras, con poco texto y muchas ilustraciones, en
especial las de espías de alto rango, inteligentes, que desactivan la seguridad
de lugares insospechados, para escribir hazañas que luego son llevadas ante sus
ojos y con las cuales se deleita su imaginación.
Después
del ritual de la lectura habrá que dedicar algunas horas al trabajo, los cacharros
sin vida son resucitados por sus diestras manos, las cuales siguen indicaciones
de su siempre ágil mente; la televisión que minutos antes solo presentaba una
oscura pantalla, se llena ahora de imágenes provenientes del centro del país,
justo antes de ser desconectada y entregada al cliente que ha llegado puntual
por ella, algún jugador de cualquier equipo del mundo y de un deporte que poco
importa detallar, estaba por lograr una increíble hazaña. Le siguen dos o tres
escenas similares, él trabajando, los artefactos sanando y los dueños felices
pasando recibiéndolos, él entregando, y ellos pagando, satisfechos ambos con lo
ejecutado.
Le
sigue un baño relámpago, refresca su cuerpo para que las ideas hagan lo propio,
se ha ganado a pulso el derecho a jugar por dos horas, gusta de la actividad
física, si hay oportunidad participará en algunas “retas” de frontón, fútbol o
basquetbol, no se caracteriza por ser figura, más bien es parte de la media, en
lo que a la habilidad deportiva se refiere.
Después
del deporte viene la comida, un café en la lonchería, bebida gaseosa para
acompañar la telenovela; culminando está habrá que regresar a los aposentos.
Todo
esto en un día normal, más hoy la normalidad ha sido alterada, Javier no desea
siquiera salir de su celda, no habrá un vasto desayuno, ni aparatos que vuelvan
a inundar de música los patios del Reclusorio, ni televisores que son
disfrutados por población privilegiada en alguna celda, el frontón ni siquiera
será una opción, tampoco le motiva en un mínimo grado lanzarse como portero
ante un tiro penal.
Que
el café y la soda sean bebidos por otros, que los espías de alto rangos hoy no
tengan testigos de sus hazañas, que el beso de amor eterno de la telenovela de
las seis sea ignorado; este día Javier solo quiere quedarse sentado sobre su
cubeta, con su espalda recargada en la pared, mirando por siempre el horizonte,
deseando que pronto termine la jornada, y que la lagrima que se escurre por sus
ojos sea la única que brote.
Hoy
no es un día normal: es cumpleaños de su pequeña.
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