Un
individuo de gruesas carnes se desplaza por una ciudad cualquiera a bordo de su
motocicleta, se empareja con un auto en un semáforo, arranca primero que el automóvil
y en pocos segundos lo adelanta, debiendo para ello brincarse un alto, dobla a
la derecha y se enfila a su destino, después de andar unos cuantos kilómetros detiene
la marcha, estaciona el vehículo y se dispone a iniciar el día.
Del
morral que cuelga en sus hombros extrae las llaves que han de abrir los gruesos
candados que vigilan celosamente y durante las noches la cortina de acero
principal, una vez que estos rudos y fríos especímenes han cedido ante la
precisión sutil de las llaves correspondientes el acceso se hace posible,
bastará recorrer la puerta de cristal enmarcada en aluminio para encontrarse ya
dentro, cuando segundos antes se estaba afuera.
Al
interior se encuentra un perfecto piso de duela, la decoración escasa y más del
tipo industrial se percibe en los alrededores, nuestro protagonista se dirige a
un rincón y conecta la parrilla eléctrica, sobre de ella ha de colocar una
tetera de metal, en su interior el rooibos
se entrega esplendorosamente al agua para compartir su sabor, al paso de los
minutos la división agua/planta no existe más, todo se sintetiza en un néctar digno
de cualquier Dios, mas allá del marco religioso o místico que quiera hacer la
respectiva aportación.
Con
el termo de litro lleno a tope, Mario se dirige a su escritorio, sobre de el
coloca la lonchera de metal con grabados de Birdman
y fondo celeste que emula un vasto cielo, del interior extrae una Focaccia de cebolla y orégano, cada una
de las caras internas del pan han sido untadas con aderezo de queso, mezclado
con mayonesa y con unas cuantas gotas de cátsup y jalapeño liquido, ha incluido
también dos trozos de salame, una rebanada de queso gouda y dos rodajas de
tomate. Antes de dar el primer mordisco decide contemplarlo, orgulloso de su
deliciosa creación matutina, no solo se vale de los ojos para el ejercicio de
comunión que lleva a cabo con su desayuno, se enlaza con él también a través
del olfato, los tonos que logra captar hacen que sus papilas gustativas se
encuentren saltando, mucho antes de siquiera tocar una pizca, poco a poco lo
dirige hacía su boca, se detiene a medio camino, es preciso también nutrir la
experiencia culinaria con la recepción de notas aromáticas emergidas del té,
hace lo propio, y tiene ahora si su magnifica combinación.
El
encuentro de Mario con su comida no me atrevo a describirlo, me quedaré
totalmente corto con lo que al respecto pueda decir, sumado al hecho de que la
intimidad que se dio entre todos los implicados en esa experiencia, vale la
pena no hacerla pública.
Pasan
un poco más de treinta minutos, Mario sintoniza la radio por Internet, el
Csárdás de Monti inunda el local, se para de su silla y coloca el cartel de “abierto”
sobre la puerta principal, es momento dar la bienvenida a los primeros clientes
de su tienda.
Me inspira es un excelente relato para iniciar mi día....
ResponderEliminar