Con
su Olivetti Studio 46 se instala en
la mesa del balcón del “Desayunador Ramírez”, le es servido un vaso con leche
tibia y él mismo agrega un poco del café pequeño –es como gusta de llamar al
espresso, incluso nunca ha preguntado su nombre correcto– que le colocan a un
lado.
Cuando
la camarera se acerca para corroborar la orden habitual, él asiente con una
sonrisa y repite la indicación de casi todas las mañanas, solicitando en ella
que dos tercios de la carne se cocinen a punto medio y el restante a tres
cuartos, manías de viejo, se dice a si mismo; acto seguido dirige la vista al
parque situado bajo la plaza comercial de la cual el restaurante forma parte.
Observa
sobre una banca a una niña que da sorbos gustosa a un líquido oscuro coronado
con capas de un líquido semiblanco y de consistencia viscosa, el encontrarse
enfundada en uniforme del cole indica que ha salido antes de la hora común, ya
sea porque la madre que espera paciente a su lado tenga algún asunto importante
que atender, o porque el circulo docente haya tenido nuevamente diferencias con
las autoridades que llevan a cabo la función directiva del plantel.
A
nueve metros de ellas se ve a un chaval que ronda los dieciséis, pantalón azul
de mezclilla y camisa blanca parecen ser atuendo popular en chicos de su edad,
dado que si se hiciera un conteo en este justo momento de los jóvenes que
deambulan por las calles que rodean el parque e incluso sobre de éste, contaríamos
no menos de veinte que lucen de manera similar, este fenómeno pone a pensar al
hombre que sigue sin sacar su maquina del maletín, reflexiona sobre el cómo es
que a esa edad se busca tanto la identidad, autonomía e independencia, y al
final se sale a las calles triunfante por haberla al fin alcanzado, aunque
cuando se emprenda la marcha triunfal, esta se haga siendo parte de una masa
infinita que cubre de azul las piernas y de blanco el pecho.
Saca
al fin la maquina de escribir, cree haber atrapado la historia del día, tal vez
de la semana, incluso puede ser que dicho tema brinde inspiración para todo un
año de letras, justo cuando va a poner título a su ensayo hace una pausa, sus
pensamientos y reflexiones son interrumpidos por los que sobre la avenida 4
circulan; ve que no solo son los púberes quienes se uniforman para marcar su
crecimiento, se da cuenta también que los adultos visten de traje, que usan
corbata y que asisten en ciertas horas a un trabajo, todo ello para dar fe a
que el rito iniciático que les transforma en “hombres” ha sido cumplido; nota
en la esquina de calle 2 y avenida 4 a un grupo de mujeres, también ellas han
perdido esencia, mas allá de vestir con falda o pantalón llama su atención que
se enfatizan como mujeres colocando polvos en su rostro, objetos colgantes en
sus orejas, líneas trazadas con un lápiz en sus ojos y labios.
Después
de contemplar lo descrito decide abortar su texto, de un suave tirón arranca la
hoja de blanco papel del rodillo de la Studio 46, hace un avión con ella y éste
aterriza en la cabeza de la niña que con el último sorbo da fin a su mezcla de
hielo, vainilla y leche condensada, segundos antes de emprender con su madre la
marcha hacía la casa del tío Manuel.
Excelente Maestro.... Ya le dije que me traslada al lugar y a visualizar los personajes... Fantastico
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