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martes, 3 de junio de 2014

Equipaje cotidiano

Una dama deambula por las calles, toma su bolso y se pone a andar a toda marcha, en uno de los puntos de la ciudad decide tomar asiento, saca de su bolso una bebida, toma un libro de mediano grosor, el cual resulta grato para quien lo elige y consume, alrededor de diecisiete páginas leídas después decide ponerse nuevamente a caminar, consulta su reloj y sabe que es tiempo de hacerlo, guarda su bebida y el libro en la bolsa, justo cuando se pone de pie para iniciar a andar, saluda a una persona que atravesaba la calle en auto, ello provoca una distracción que a la vez suscita que la bolsa sea literalmente vaciada sobre el pasto del andador que minutos antes fungía como rincón de lectura.

Lo sucedido concuerda totalmente con la definición de desastre, mucho más si se agrega el hecho de que el tiempo ha transcurrido, y que nuestra protagonista se encuentra al límite para llegar al lugar y cita acordada con días de anticipación, un grito de frustración y golpes de ira sirven de improvisado ejercicio catártico.

Derramados por el piso se encuentran cientos de elementos, todos ellos en un caos total, a la par que revisa lo que momentos antes había en el bolso, inicia un recorrido por sucesos acontecidos en los últimos días, incluso en algunos casos meses atrás.

Se destaca de manera inicial el boleto que como recuerdo ha sido conservado, trayendo a la memoria aquel agradable momento de convivencia con el grupo de amigas, enseguida toma con la mano izquierda un trozo minúsculo de un casi invisible lápiz para delinear los ojos, ¿cuántas fiestas, cenas, tiempos muertos en clase y trabajo han sido cómplices de dicho lápiz?; después de sonreír decide conservarlo, encuentra también un manojo de tarjetas de presentación, entre ellas las de un dentista, el nuevo restaurante, la florería de la cuadra y la de aquella agencia especialista en armar totalmente experiencias para compartir al ser querido en forma de regalo para la ocasión festiva; entre todas ellas hay una en particular que sobresale, tiene escrita el nombre de aquella que fue compañera del periodo correspondiente a la formación universitaria, el solo dar un vistazo en ella logra crear lo más parecido a una máquina del tiempo en la memoria, sin duda es momento de que dicha tarjeta sea utilizada y la tantas veces intentada y pensada llamada se convierta ahora en realidad, unas cuantas monedas, goma de mascar “para cuando se ofrece”, boletos de transporte público, dos o tres bolígrafos con poca tinta, papeles con cuentas de artículos comprados en cualquier centro comercial, algunos de ellos haciendo las veces de agenda o cuaderno de notas, por la información escrita en el reverso de estos, y muchos artículos más, son los que se encontraban sobre el pasto.

La mujer cambia su expresión de enojo y tensión por una sonrisa discreta en los labios, si bien es cierto que la cita no tendrá lugar, y que habrá que esperar por un nuevo encuentro que quizá no se dé, es cierto también que después del caos experimentado, este se ha vuelto visible, dado que se encontraba ya dentro de la bolsa, y se cargaba con él a todo lugar al que se iba.

Toma ahora su bolso, el cual luce más ligero, una gran parte de las tantas cosas “útiles” con las que día a día se cargaba, se han ido a la basura, las que se han quedado dentro del bolso, aquella que lo porta, sabe ahora de su existencia, la marcha continúa, poco a poco la mujer desaparece de mi vista, creo ha levantado la mano y emprendido el viaje en taxi, al final desaparece totalmente, hago un gesto de adiós con el pensamiento y la acompaño hasta donde se dirige, decidió trasladarse a casa, sentada ahora sobre la alfombra de lo que parece ser su recamara ha continuado la lectura, acompañada con una taza servida a tres cuartos, lo que decidió colocar en ella se asemeja a un té.

Con ésta última imagen le digo adiós, así mismo, con esta última imagen me despido de ti, es momento de dejar de escribir, y es tiempo ya de emprender el propio trabajo de revisión de lo que en mi mochila habita.

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