Engomar
el cabello como requisito inicial, emular un peinado visto en alguno de los
carteles de la calle de Mo, aquel corredor en el cual se encuentra el viejo
café, cinco cuadras antes es posible percatarse de que la mezcla esta siendo ya
preparada, conforme uno se acerca es posible saborear con la nariz los toques
de madera con arcilla fresca en los granos de arábica; si se dispone a entrar
recomiendo la mesa de la esquina, aquella que se encuentra al lado de esa
replica del Guernica tan bien elaborada, después de admirarla por tres
eternidades habrá que ordenar un elixir oscuro para que ilumine el instante que
se vive.
Mientras
se espera la bebida puede usted tomar algunos de los textos de los autores
locales, si busca las formas típicas del arte absténgase de ello, no encontrará
perfectas formas literarias ni novelas estructuradas como indican los cánones
predominantes, sino más bien las almas de los virtuosos de las letras
entregadas en manchas de tinta sobre pedazos de papel, que algunos optan por
llamar letras.
Colocada
ahora frente a usted y sobre su mesa se encuentra la taza de cerámica, con
grabados arquetípicos, un tótem de fondo que se pierde entre rostros
esquimales, incrustaciones de madera, todo pintado a mano.
El
sabor de su néctar opto por no describirlo, basura de textos que por más profundos
y elaborados que logre orquestarlos, no podrán transmitir el espíritu de lo que
usted beberá, si acaso pueda usted imaginarlo, más cuando su imaginación se
conjugue con la experiencia, el proceso imaginativo será anulado, su cuerpo
entero suspenderá toda tarea y proceso que en ese momento se lleve a cabo, para
dedicarse en exclusiva al festín ofrecido por los granos que sacrifican sus
cuerpos al engranaje de un molino, del cual nieva polvo sacro que sueña con
sintetizarse con el vital liquido, para de esa manera convertirse en una corriente
eterna que irriga las almas y baña los
sueños.
El
café se ha terminado, la mesera se acerca cortésmente con el papel que tiene
impreso unos números, los cuales según dice ella son el precio del liquido,
para mi la experiencia no debe ser tazada con capital, dado que todo el
existente en la tierra, no solo hoy, sino desde tiempos pasados hasta los fines
de este, no alcanzaran para gratificar lo acontecido.
Mi
recuerdo se extingue, me vuelvo a conectar con el “presente”, volteo hacía el
espejo y doy los toques finales a mi peinado, tomó mi abrigo y me dirijo a la calle,
la polola espera ya desde hace cinco minutos sobre la banca del parque, es
domingo, iremos a pasear.
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