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martes, 5 de agosto de 2014

Paseo en el parque con la polola

Engomar el cabello como requisito inicial, emular un peinado visto en alguno de los carteles de la calle de Mo, aquel corredor en el cual se encuentra el viejo café, cinco cuadras antes es posible percatarse de que la mezcla esta siendo ya preparada, conforme uno se acerca es posible saborear con la nariz los toques de madera con arcilla fresca en los granos de arábica; si se dispone a entrar recomiendo la mesa de la esquina, aquella que se encuentra al lado de esa replica del Guernica tan bien elaborada, después de admirarla por tres eternidades habrá que ordenar un elixir oscuro para que ilumine el instante que se vive.

Mientras se espera la bebida puede usted tomar algunos de los textos de los autores locales, si busca las formas típicas del arte absténgase de ello, no encontrará perfectas formas literarias ni novelas estructuradas como indican los cánones predominantes, sino más bien las almas de los virtuosos de las letras entregadas en manchas de tinta sobre pedazos de papel, que algunos optan por llamar letras.

Colocada ahora frente a usted y sobre su mesa se encuentra la taza de cerámica, con grabados arquetípicos, un tótem de fondo que se pierde entre rostros esquimales, incrustaciones de madera, todo pintado a mano.

El sabor de su néctar opto por no describirlo, basura de textos que por más profundos y elaborados que logre orquestarlos, no podrán transmitir el espíritu de lo que usted beberá, si acaso pueda usted imaginarlo, más cuando su imaginación se conjugue con la experiencia, el proceso imaginativo será anulado, su cuerpo entero suspenderá toda tarea y proceso que en ese momento se lleve a cabo, para dedicarse en exclusiva al festín ofrecido por los granos que sacrifican sus cuerpos al engranaje de un molino, del cual nieva polvo sacro que sueña con sintetizarse con el vital liquido, para de esa manera convertirse en una corriente eterna que irriga  las almas y baña los sueños.

El café se ha terminado, la mesera se acerca cortésmente con el papel que tiene impreso unos números, los cuales según dice ella son el precio del liquido, para mi la experiencia no debe ser tazada con capital, dado que todo el existente en la tierra, no solo hoy, sino desde tiempos pasados hasta los fines de este, no alcanzaran para gratificar lo acontecido.


Mi recuerdo se extingue, me vuelvo a conectar con el “presente”, volteo hacía el espejo y doy los toques finales a mi peinado, tomó mi abrigo y me dirijo a la calle, la polola espera ya desde hace cinco minutos sobre la banca del parque, es domingo, iremos a pasear. 

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