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martes, 29 de abril de 2014

Con todo y paradoja

Esta mañana marchaba apresuradamente hacía el trabajo, lo hacía a la máxima velocidad posible con la finalidad de llegar a tiempo, taquicardia en cada uno de los semáforos, percepción de eternas las trayectorias de cada uno de los vehículos, letales enemigos los “amarillos” de cada uno de los semáforos y para acabar de joder’ el cuadro, a doscientos metros de distancia un radiante “verde”, firme y vigoroso, que conforme se acercaba a mi y yo hacía lo propio, osaba comenzar a parpadear, por más que me acercaba terminaba el alejándose, finalmente desapareció y la espera tuvo lugar.

Durante esos momentos de espera forzosa cientos de ideas vinieron a mi cabeza: escribí cuatro canciones, decore mi casa con tres estilos, preparé los menús de toda la semana, hice ejercicio físico, bañe al perro, lave la ropa y hasta di mantenimiento al jardín que no poseo.

Y es precisamente ello lo que quiero compartir contigo el día de hoy, el preguntarte ¿Cómo vivo la espera?, la espera es un acto en sí, que se da a la par que se desea que suceda otra cosa que se desea con mayor intensidad, sin embargo en la espera se está invirtiendo también parte de la vida, de la vida de aquel que escribe y sobre todo de esa vida que tu posees amigo lector.

Por más que apresuré las cosas existen momentos en los cuales la única acción posible será la espera, que sucede con la exigencia cotidiana de hacer tantas “cosas” a la vez, sin darse el tiempo para contactar de qué se trata cada una de las “cosas” que se hacen, se quiere hacer todo y se termina haciendo nada.


Y precisamente estaba con la idea del párrafo anterior aún en la mente, cuando el semáforo dejo de sonrojarse y el verde volvió a teñir su rostro visible, comienza una vez más el acelere’, la lucha —eterna al parecer— de muchas de las mañanas de muchas de las semanas de muchos de los meses, aquella en la cual el protagonista sonríe con satisfacción solo hasta el momento de escuchar el chasquido del reloj checador y confirmar que se ha llegado a tiempo. Sin embargo en esta ocasión al parecer la historia tendría final no feliz, por más que se esquivaron los autos y se encendió el motor, un nuevo semáforo, aquel que más pesa, el último, tuvo a bien marcar pausa, cuando a punto estaba de expresar bellas palabras altisonantes qua algunos gozan en censurar, justo en ese momento en el que la boca entonaba la primera letra del sustantivo previo que usualmente es seguido por una variante de progenitora; es allí cuando le veo pasar, una simpática motocicleta a dieciséis kilómetros por hora, sonando suavemente su motor, con un hombre de inmensas carnes a cuestas, sonriente, despeinado y con escaso sentido de la moda, su mueca indica que ninguna prisa lleva, se coloca al principio de la fila, con la misma velocidad, con sus dieciséis kilómetros por hora, observa a ambos lados y es entonces que lo hace, lo que el resto de los viajeros desea cada mañana, despreocupadamente arranca con minutos de anticipación, se brinca un alto y llega antes, sin prisa y puntual.

1 comentario:

  1. "El hombre no es ni una piedra ni una planta, y no puede justificarse a sí mismo por su mera presencia en el mundo. El hombre es hombre sólo por su negación a permanecer pasivo, por el impulso que lo proyecta desde el presente hacia el futuro y lo dirige hacía cosas con el propósito de dominarlas y darles forma. Para el hombre, existir significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad de vivir". Simone de Beauvoir
    Esperar o permanecer pasivo, no es propio del hombre ;) Saludos

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