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martes, 25 de julio de 2017

El Vals de las Cuatro

Un prado verde sembrado con cerezos ocupa gran parte del terreno; hay en él también girasoles, gerberas y algunas margaritas. Por la mañana una estructurada  rutina acompaña a las setenta y seis mujeres que habitan el lugar.

Ella nació en una provincia vecina, decir que de niña fue pobre equivaldría  a un acto pretencioso  y exagerado,  admiraban en su hogar,  incluso la providencia  con que Dios bendecía a los mendigos, para estos  últimos  era frecuente un trozo de pan, para sus hermanos y para ella la nada era cosa de cada día.

El  día inicia a las cuatro de la mañana, una ceremonia  espiritual ocupa los primeros  sesenta  minutos  de la jornada, después van a los gallineros para recoger los huevos,  pasan también hacia los campos, en los cestos se colocan zanahorias, tomates, puerro, calabazas y patatas.

A los siete años aprendió a robar, sería falaz decir que para llevar comida a la boca de sus hermanos,  en realidad  lo hizo, desde la primera vez, para saciar sólo su hambre.

La mitad se organiza para preparar el desayuno, el resto se encarga de la limpieza del lugar. Se les ve a unas maniobrar  hábilmente con escobas, a las otras con sartenes, las primeras limpian trastos mientras baten un huevo y las segundas retienen los vómitos mientras pulen los retretes.

Para su debut en las artes del hurto se sirvió de una roca, enfoco detenidamente el más lujoso aparador para segundos después lanzarla, joyas y sombreros era lo que al frente de la tienda se exhibía, a ella no le importaba sino la mercancía de la tienda de la acera de enfrente y a tres locales más de distancia, sabía que el vendedor de pan y embutidos era un chismoso de primera, por tanto, cuando éste  corrió, junto con tantos otros, a conocer detalles del estruendoso evento, ella corrió a llenar dos bolsos con todo lo que al interior de la tienda de comestibles había.

Las horas siguientes son destinadas a descansar el cuerpo, hoy  es un día especial, no es que los cerezos estén  en flor o el pasto más verde, ni siquiera importa que los baños y corredores hayan quedado impecables, mucho menos el gran sazón de los platillos servidos para el desayuno.

Hoy tiene lugar al caer el sol el "Vals de las Cuatro", ceremonia en la cual la orden secreta de las Glotonas Ataráxicas eligen a la que ha de servir de ingrediente principal en el pastel de carne ofrendado  a Toua, dirían algunos que se trata de la versión femenina de Hedón.

Huyendo una vez más de la policía se le ve correr por las calles,  un amplio prado con cerezos ofrece sus puertas, abiertas por dos minutos, las que ella sin dudar cruza. Al centro del jardín bailan tres mujeres lo que parece ser un vals, antes que su mente lo decida su cuerpo se integra ya a la danza.

Hasta aquí mi historia, hasta aquí su vida, que caso tiene describir los detalles de la ceremonia; basta con decir que su encuentro con Toua estaba marcado en su destino desde que se le concibió, hermanadas ambas por un hambre perenne,  que parece al fin será  saciada, incluso quizá, hasta el fin de los tiempos.

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